Hispanic Culture Review
Volume III, Number 2-3.  Fall 1996-Spring 1997



This issue is dedicated to Professor Victorio G. Agüera

CONTENTS

Editor’s Note
Bibliography of Works by Victorio G. Agüera 

I. CRITIQUE

HERALDO FALCONI:  El doble como objeto de deseo en doblaje de Julio Ramón Ribeyro
JOSE LUIS GASTAÑAGA:  Intertextualidad: Un cuadro flamenco en El toque de Diana de Rafael Humberto Moreno Durán
MARIA MACHER:  Contradicciones existenciales en el personaje femenino de un poema de Federico García Lorca 
 
II. FICTION

NARRATIVE

ALBERTO BARRUECO:    Sobre ascuas
YHAMEL CATACORA:    Lalo, la vida 
KERENSA MCCONNELL : La relevancia de Ezra 
BARBARA MUJICA:   Preparations for the Wedding 
ESTHER NUÑO DE LA ROSA:    La inquilina y la propietaria
ENRIQUE SOZZI:    Rey de hombres

POETRY

LUIS ALBERTO AMBROGGIO:  Banquete
                                                      Vejez
LUIS CORREA DIAZ:   La g, la n y la p de mi abc 
MAYAMERICA CORTEZ:   Sobre el eco de tu nombre 
                                              La amante 
ALEXIS GOMEZ ROSA:   Plagio
                                          Dicen las malas lenguas que soy 
CONSUELO HERNANDEZ  : Inconcluso
CAROLYN KREITER-FORONDA:  In The Stonecutter's Workshop 
LUIS LARIOS VENDRELL: Cuando me vaya
                                   Nosotros
ESTHER NUÑO DE LA ROSA:     Cuan presto 
                                         Como hoja tras del viento 
LILIAN PEREZ:    The Christmas Wind 
                              For the Love of My Children 
MARTHA THOMPSON:     Mi sed no apaga 

Contributor's Notes / Datos biográficos de los autores publicados en esta edición

Cover design by Kerensa McConnell



Editor In Chief: Heraldo Facolní
Associate Editors: Yhamel Catacor, Gabriela Falconí, María Macher and Kerensa McConnel
Faculty Advisor: Rei Berroa


 
 NOTA DEL EDITOR

 
Hispanic Culture Review tiene el agrado de presentar este volúmen a manera de homenaje y agradecimiento a nuestro maestro y amigo Victorio G. Agüera por su larga y fecunda obra, la que abarca temas tan apasionantes como la picaresca catalana, la literatura medieval, el Siglo de Oro, la teoría literaria y la prosa contemporánea, entre otros. Durante sus más de veinticinco años ininterrumpidos como profesor de George Mason University, Victorio sigue impregnando su huella en todos los que tenemos el gusto de ser sus discípulos. El que escribe estas líneas siempre recordará con afecto su andar cansino, su mirada ceñuda y su hablar breve. Me viene a la memoria en estos momentos su risa franca y afable cuando le comentara al final de su curso de crítica literaria contemporánea que por culpa de él había perdido todas las certidumbres intelectuales que tanto me había costado amontonar. A todos los que participamos en HCR su presencia nos hace recordar constantemente que la vida no comienza ni termina con las realidades a veces inconexas de lo cotidiano y que la universidad, nuestra universidad, no sólo es y debe ser un restablecimiento del orden perdido, sino que el mundo que construye tiene sentido fuera de sus muros.

 

Heraldo Falconí
Editor en Jefe
 
 

 


 BIBLIOGRAPHY OF WORKS BY VICTORIO G. AGÜERA

 

Books

Un pícaro catalán del siglo XV. Barcelona: Hispam, 1975.

Editions

Agüera with Torres-Alcalá and Smith. Josep María Solá-Solé: Homage, homenaje, homenatge: Miscelánea de estudios de amigos y discípulos. Barcelona: Puvill Libros, 1984.

Contribution to books

"Dislocación de elementos picarescos en el Buscón, Studies in Honor of Helmut Hatzfeld. Barcelona: Hispam, 1975.

"Aplicación del estructuralismo genético al teatro de Alarcón," The Analysis of Hispanic Texts: Current Trends in Methodology. New York: Bilingual Press, 1979.

"Hanuman, dios de la escritura de Octavio Paz," De la crónica a la nueva narrativa mexicana, ed. Foster, Marlin H. y Ortega, Julio. Mexico: Editorial Oasis, 1986.

"El sujeto de la historia," Cono sur: Dinámica y dimensiones de su literatura. New Jersey: Montclair State College, 1981, 191-198.

"La cuarta dimensión de la escritura del Supremo," Estudios sobre El Supremo. Madrid: Editorial Orígenes (forthcoming).

Articles

"La atalaya y el espejo: un paralelismo de estructuras," La Torre, 73-74 (1971), 161-184.

"Notas sobre las burlas de Alcal en la Vida del Buscón," Romance Notes, 13 (1972), 503-506.

"Nueva interpretación del episodio Rey de Gallos en el Buscón," Hispanófila, 49 (1973), 43-50.

"Jaume Roig y la tradición picaresca," Kentucky Romance Notes, 20 (1973), 279-289.

"Salvación del cristiano nuevo en Guzmán de Alfarache," Hispania, 58 (1974), 23-30.

"Mito y realidad en Lugar sin límites," Explicación de textos literarios, 4 (1976), 69-74.

"El exámen de maridos y las pruebas de limpieza," Papeles de Son Armadans, 252 (1977), 221-238.

"From Autonomy to Textuality: Paz’s The Monkey Grammarian," Synergos, 1 (1981), 8-11.

"El discurso grafocéntrico en El grafógrafo de Salvador Elizondo," Hispamérica, 10 (1981), 15-27.

"Paz’s Deconstructive Criticism," Review, 31 (1981), 63-65.

"El discurso de lo imaginario en Tiene la peluca roja y se llama Sabina," Revista Iberoamericana, 132-133 (1985), 531-538.

Papers

"Jaume Roig and the Picaresque Tradition," Annual Convention of MLA, Chicago, 1971.

"Repercusiones literarias del problema del converso en la literatura del Siglo de Oro," Seminar on Spanish Literature, Howard University, 1972.

"El Buscón: un caso de comprensión del texto," Spring Meeting of ATSP, Washington, D.C., 1973.

"The conversos and the Picaresca: A New Approach," Annual Convention of MLA, New York, 1974.

Panelist in the seminar on Gusmán de Alfarache, Annual Convention of MLA, San Francisco, 1975.

"Aplicación del estructuralismo genético al teatro de Alarcón," Colloquium on Hispanic Texts, New York, 1975.

"La crítica deconstructiva de Octavio Paz," VI Conference on Hispanic Literatures, Indiana University, 1980.

"Humanan, dios de la escritura de Octavio Paz," XX Congreso de Literatura Hispanoamericana, Austin, 1981.

"En el principio existía la grafía," Annual Convention of MLA, New York, 1981.

"Literatura y dictadura," Symposium on Roa Bastos, University of Maryland, 1982.

"Del exilio a la escritura nómada," Conference on Exile on Hispanic Literatures, Columbia, Missouri, 1982.

"Medias negras, peluca rubia o institucionalización de la crítica deconstructiva," NEMLA, New York, 1982.

"Juan Montalvo as a Literary Figure," Conference on Juan Montalvo, George Mason University, 1982.

"El discurso de lo siniestro: Tiene los cabellos rojos y se llama Sabina," RMMLA, Salt Lake City, 1982.

"Yo/El, El Supremo: Sujeto versus textualidad," Conference on Latin American Literature, Montclair State College, 1983.

"El discurso de lo imaginario en Sabina," Conference on Latin American Literature, Montclair State College, 1984.

"Espacialización del tiempo en Crónica de una muerte anunciada," NENMLA, Philadelphia, 1984.

"Calder’s Mobiles and Contemporary Spanish Literature," Annual Convention of MLA, Washington, D.C., 1984.

"La cuarta dimensión de la escritura del Supremo," International Colloquium on Roa Bastos, Oklahoma State University, April 4-6, 1985.

"De los contextos a la heteroglosa: Creación de una nueva realidad," The Fourth Annual Southeast Conference on Foreign Languages and Literatures, Rolling College, February 27-March 1.

"Hacia una lectura tropológica de la comedia: La dama boba," MLA, New York, 1986.

"Tragedia de la metonimia: Médico de su honra," The Twelfth Festival de Drama del Siglo de Oro. University of Texas at El Paso, March 10-14, 1987.

 



 
EL DOBLE COMO OBJETO DE DESEO EN DOBLAJE DE JULIO RAMÓN RIBEYRO
Heraldo Falconí
George Mason University
A Victorio

Julio Ramón Ribeyro es uno de los escritores latinoamericanos que, a pesar de su importancia gravitante en nuestras letras, no han concitado la atención global de otros, como Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar o García Márquez, por mencionar unos cuantos, hasta la adjudicación del Premio Juan Rulfo en 1994. Ello se debe quizás a la naturaleza finisecular de sus técnicas narrativas, en tanto escritor de tendencias costumbristas, y a su poca predisposición por convertirse en persona pública. La temática evocativa que alude a un mundo irremediablemente ido, el que, en términos históricos corresponde a la ciudad preindustrial, socialmente reducida y agudamente estratificada contribuye, además, a esta percepción de escritor passé o démodé no perfectamente a tono con su tiempo. Se puede ver en Ribeyro al escritor comprometido con su oficio, pero todavía no profesionalizado en su ejercicio.

Dentro de la obra de Ribeyro llama la atención que sus personajes o héroes estén siempre marcados por el sino de la marginación y el desengaño; pareciera que la centralidad como forma de éxito social les estuviera siempre vedada. Esta perspectiva surge de la oposición de realidad y ficción, de un ser reflejado indefinida e indefectiblemente en un querer ser. La palabra del mudo, título genérico con el que Milla Batres publicó en sucesivos volúmenes los cuentos de Ribeyro cuenta la historia de personajes a quienes el derecho a la voz les ha sido negado. Uno de estos cuentos, doblaje, aparecía ya en las primeras antologías de Populibros tipificado parcamente por el propio autor como fantástico. Ahora bien, formalmente hablando y coincidiendo con el acertado juicio del autor, doblaje presenta rasgos que lo harían pertenecer perfectamente al género fantástico en la acepción usada por Tzvetan Todorov. Esto es, la existencia de un elemento extraño que obliga —tanto a personajes o héroes como al lector— a vacilar entre explicarse las cosas natural o sobrenaturalmente y la ausencia de una lectura o interpretación poética o alegórica (28-30). Sin detenernos en una discusión rigurosa (cfr. Marcone para una tipificación interesante aunque excesivamente influenciada por la teoría de los actos de habla) sobre si doblaje y otros cuentos como la insignia o Ridder y el pisapapeles pertenecen al ámbito del realismo mágico, lo real maravilloso o lo fantástico, nos proponemos analizar algunas de sus características que han escapado a la mayoría de estudios críticos.

Comencemos por traer a la memoria del lector una imagen somera del cuento. El protagonista de la historia es un inglés maravillado por el ocultismo y atormentado desde tiempo atrás con la certeza visceral de tener un doble en el otro extremo del mundo. De buenas a primeras, se ve atraído por un globo terráqueo en un escaparate del Soho y decide comprarlo; ávido e impaciente, llega a casa, lo explora minuciosamente y descubre que las antípodas de Londres quedan nada menos que en la ciudad australiana de Sidney. Como la cosa más natural, salen a relucir las excusas más oportunas, como una tía de Melbourne a quien no conocía y un interés repentino por las cabras australianas. Al poco tiempo decide viajar a Sidney en busca de su mítico doppelgänger. Ni bien llegar, se da cuenta de lo descabellado de su idea, mas eso no impide que deambule por la ciudad con ojo escrutador, tratando, sin mucha suerte, de adivinar o divisar un caminar señero o un gesto familiar. Posteriormente conoce a una joven llamada Winnie que trabajaba en un restorán de la ciudad y se enamora de ella. Decide extender un poco su estadía y alquila una casita en las afueras de la ciudad. La villa se encuentra infestada de lepidópteros y la casa misma guarda en sus paredes una cuidada colección de mariposas amarillas. Invita luego a Winnie a pasar un fin de semana con él. A pesar que la primera tarde transcurre sin novedad y con "habituales remansos de ternura", el protagonista comienza a sentir una creciente zozobra y, llegada la noche, decide hacer algo para confirmar sus sospechas: propone un paseo por el jardín recordando una vieja lámpara que había visto arrumada en el desván y ve a Winnie avanzar con paso seguro hacia la casa y regresar prontamente con la lámpara encendida. Había estado en lo cierto, Winnie se manejaba en la casa con una familiaridad y seguridad inusuales, como si ya hubiera estado en ella. Se obnubiló de celos y la increpó a que respondiera cuándo y con quién había estado en el lugar. Winnie se puso lívida y dejo la casa sin decir palabra. Avergonzado por haber sido tratado como un demente por Winnie, decide regresar a los pocos días a Londres. Llega a su cuarto de hotel y una rara sensación de incomodidad lo embarga. A los pocos momentos el botones se acerca a su habitación y le menciona que habían llamado del Mandrake Club para decir que había olvidado su paraguas el día anterior. Mecánicamente responde que quiere que se lo envíen para, seguidamente, darse cuenta del absurdo. Al posar la vista en los pinceles descubrió que estaban frescos. Embargado por los acontecimientos se acerca al caballete con una madona que había bosquejado antes de partir. Al desgarrar la funda se percata de que el lienzo estaba terminado con destreza magistral y el rostro era el de Winnie. Se dejo caer en su sillón y descubrió a una mariposa amarilla revoloteando cerca suyo.

Aunque convencionalmente se acepta que el tema de los doppelgänger pertenece, al menos en sus versiones más explotadas, a la literatura contemporánea cuando fue popularizado por escritores como Hoffman, Poe, Nabokov, Dostoevsky, Cortázar, Fuentes y otros, hay que coincidir con Borges (citado por Rodríguez Monegal, 186-187) cuando afirma que la literatura fantástica y sus temas, tales como la obra de arte dentro de sí misma, el viaje en el tiempo y el doble datan de tiempos inmemoriales porque "lo primero que encontramos en la historia de las literaturas son narraciones fantásticas". Esto no sólo se atestigua en manifestaciones duales del arte clásico como el coro y su función en el drama griego, sino que sus fuentes se pueden rastrear a las manifestaciones y teorizaciones en torno a la dualidad o equivalencia del ser humano y sus instituciones (cfr. Hastings para una visión exhaustiva de los antecedentes extraliterarios del doble). Es así que el concepto se puede ver como asentado en la visión platónica de que a entidades duales o múltiples de atributos comunes les corresponde un arquetipo ideal inmutable e incluso se puede observar lo arraigado de este concepto en sistemas legales normativos como el lex talionis o en la creencia judeocristiana del ángel de la guarda concebido como contraparte espiritual.

A primera vista parecería que doblaje presentara características ampliamente asociadas con la literatura de este tipo, es decir la disociación es objetiva y física, existe una perspectiva del yo protagónico (así traduce acertadamente Calaf de Agüera el Second Self introducido por Keppler) que se puede considerar performative y el sujeto aparece como alienado. Lo curioso —y esto está estrechamente relacionado con las características del típico personaje marginal de Ribeyro— es que el que aparece desplazado o alienado no es el yo protagónico, sino el doble. Como vemos en el cuento, mientras que el pintor inglés es tímido y dubitativo, el doble se maneja con tal seguridad que podemos presumir es capaz de hacer hasta mejores migas con los contertulios del protagonista en el Club Mandrake. Recordemos que a pesar de que los dos personajes no son dobles desdoblados diametralmente, sino dialécticamente el título del cuento enfatiza la acción de doblar; en este caso, un doblaje que no es multiplicativo sino que escinde al sujeto. Mediante la escisión como recurso fundamental para la disociación Ribeyro se distancia del único antecedente de su doblaje en la cuentística peruana de este siglo, Hebaristo el sauce que murió de amor de Abraham Valdelomar.

Ahora bien, de lo que se trata no es de adscribir a los personajes en cuestión a ninguna de las tipologías de los doppelgänger. Lo importante, más bien, es develar algunos de los procedimientos internos que Ribeyro utiliza para crear el mundo coherente de sus personajes. Desde el principio de la historia observamos que la verosimilitud interna o el "suspension of disbelief" de que hablara Coleridge se opera tomando partido entre el reino autoscópico de la psicopatología real humana y la frenología, cuando el narrador dice que "en aquella época (...) pasaba los días pintando y leyendo libros de ocultismo". De ahí que nuestra lectura sea mágica o fantástica más que patográfica. No es descabellado entonces tomar partido por una interpretación psicológica del fenómeno teniendo en mente las características del personaje de Ribeyro: un ser marginal cuya cosmovisión bien se puede entender en términos neofreudianos de carencia, deseo y desplazamiento metonímico. No sólo el inglés en cuestión sino un gran número de los personajes de Ribeyro tienen una personalidad fragmentada y experimentan cambios cada vez que asumen una imagen de sí mismos (cfr. Lacan, 11-18), lo que los aleja mucho de cualquier tipo de sujeto cuya construcción se derive del cogito autárquico y logocéntrico cartesiano. Como mencionábamos antes, lo primordial es el deseo —y el objeto del deseo— que nace de un ser reflejado constantemente en un querer ser.

Se puede afirmar que las posibilidades ofrecidas por un tratamiento narrativo doble son increíblemente ricas, en tanto nos permiten atisbar zonas desconocidas de nuestro yo, inconsciente o alma. Doblaje lo que hace es multiplicar las posibilidades del yo al permitir que el yo protagónico sea capaz de rozar, casi oler sus objetos de deseo o de identificación post-especular; esto en términos psicoanalíticos alude al estadio de desarrollo en que el infante se escinde a través del vacío dejado por la imagen especular estática y el cuestionamiento del sistema ordenado de entidades consideradas trascendentes e incuestionables. En el caso particular que nos compete la alienación y el desplazamiento espacial se verifican alegóricamente cuando un flemático inglés de costumbres apacibles viaja hasta el otro lado del mundo. De hecho nuestro protagonista está tan fuera de lugar que es el único personaje que no tiene o no conoce nombre. Ribeyro se toma la molestia de no dejar pasar la necesidad de identificación del sujeto, a través de su vicio más marcado, el de la iteración. En efecto, a pesar de ser un narrador sutil que hila muy fino (recordemos a la mariposa amarilla), no puede evitar un exabrupto que define al personaje en su búsqueda angustiosa cuando dice que "pensaba que la identidad de los rasgos debería corresponder a la identidad de temperamento y a la identidad de temperamento —¿por qué no?— identidad de destino". Destino circular por cierto. Para Ribeyro nuestra propia parábola, la del hombre, es una serie de repeticiones y posibilidades. Es así que para el inglés y para nosotros es posible caer de bruces en el sillón pensando en que otro, nuestro doble de cada día, tiene a Winnie en sus brazos o, desapercibidamente tomar otro camino del jardín de senderos que se bifurcan y ser nosotros los que poseamos nuestro objeto de deseo. Y es este rechazo constante de las construcciones y certidumbres categoriales (las que nos dan la seguridad de lo conocido) lo más digno de resaltar de Ribeyro dadas las características de los aparatos narrativos de que ha bebido.

REFERENCIAS:

Calaf de Agüera, Helen. El doble en el tiempo en `El otro` de Jorge Luis Borges. Explicación de textos literarios 6.2 (1978): 167-173.

Hastings, James. Encyclopaedia of Religion and Ethics. New York: Charles Scribner’s Sons, 1912.

Keppler, C.F. The Literature of the Second Self. Arizona: The University of Arizona Press, 1972.

Lacan, Jacques. Escritos I. México: Siglo XXI, 1971.

Marcone, Jorge. "Lo `real maravilloso` como categoría literaria." Lexis 12.1 (1988): 1-41.

Rank, Otto. The Double. Chapell Hill: University of North Carolina Press, 1971.

Ribeyro, Julio Ramón. La Palabra del Mudo. Lima: Milla Batres, 1972-1994.

Rodríguez Monegal, Emir. Borges: "Una Teoría de la Literatura Fantástica". Revista Iberoamericana 42 (1976): 177-189.

Todorov Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México: Coyoacán: 1995.

Valdelomar, Abraham. Obras escogidas. Lima: Hora del Hombre, 1947.

Webber, Andrew. The Doppelgänger: Double Visions in German Literature. Nueva York: Oxford, 1996.
 


 
 
INTERTEXTUALIDAD: UN CUADRO FLAMENCO EN EL TOQUE DE DIANA DE RAFAEL HUMBERTO MORENO DURÁN

 

José Luis Gastañaga Ponce de León
Pontificia Universidad Católica del Perú

 

La lectura de El toque de Diana de Moreno Durán exige al lector el manejo de una serie de referentes sin los cuales el placer del texto se ve limitado. Estas líneas tienen justamente como objetivo trazar la significación y alcances de uno de esos referentes culturales. Solo uno de ellos porque abarcarlos todos necesitaría un espacio bastante más extenso. El asunto escogido, aunque único, juega un rol protagónico en la comprensión del texto y, como veremos, es un hilo fundamental en el tejido de la novela.

Nuestro interés, digámoslo de una vez, recae en la continua mención, al interior de la novela, a un cuadro de Jan Van Eyck: "Arnolfini y su esposa" (c. 1430); cuadro que la historia ha consagrado como un símbolo de la armonía conyugal.

LA NOVELA Y SU TEMA

La novela es la segunda, después de Juego de damas (1977) y antes de Finale capriccioso con Madonna (1983), de una trilogía dedicada al universo femenino (Femina Suite). Sin embargo, el protagonismo femenino de la primera de las novelas se ha desplazado en la nuestra hacia el tema conyugal: "¼ la novela pretende por encima de todo bucear en el comportamiento conyugal, plagado de rutina y de falsas concesiones, así como en la clandestinidad y la aparente deslealtad del adulterio". (Moreno Durán, 1984: 874)

Los protagonistas de la historia son los Aranda: el Mayor Augusto Jota y Catalina Asensi, su esposa. Los acompañan Juvenal, amante de ésta última, y, sin presencia directa, Diana, a quien el Mayor idealiza. Los Aranda son una pareja madura que afronta una grave crisis. El Mayor ha sufrido serios reveses en su orgullo que lo han dejado postrado en cama por siete meses. Catalina, cansada de esta situación, ha ido tras su amante para exigir sustento. Aparentemente, asistimos a un juego recíproco de infidelidades por el cual el Mayor espera un hijo de Diana mientras Catalina busca asegurar su futuro con Juvenal. Esta apariencia es real solo en el caso de la infidelidad de Catalina, lo que el Mayor ve en Diana es únicamente aquello que ha perdido: la mujer embarazada que espera la llegada de su hombre es la imagen misma de la felicidad conyugal en estado potencial. Diana no es la amante, es mucho más, es la cura para su nostalgia: "La muerte no gana ninguna partida y es la nostalgia la que se apodera de todo: mezcla los recuerdos, altera las situaciones, sublima los actos, idealiza las personas, sí, toda esa vasta traición a la verdad es lo que se llama vida". (Moreno Durán, 1985: 173)

Es el personaje de Diana el que da nombre a la novela. Podemos entender esto de varias maneras. Por un lado tenemos al Mayor que, abatido en su lecho, sumido en confusas evocaciones, ve aparecer a Diana. Ella representa para él un despertar, un renacer. Se renueva en él la esperanza de que la felicidad es posible. A esta interpretación alcanza también el toque militar de Diana que indica la hora de levantarse. Por otro lado, tenemos en Diana la personificación de uno de los personajes del cuadro de Van Eyck que se constituye en un interesantísimo diálogo de ficción a contenido (esta vez real) de esa ficción. La novela logra, entonces, una serie creciente de niveles de comprensión que van siendo instaurados por los mismos personajes. Es el caso del Mayor que, ubicado en una zona imprecisa del tiempo, traza estrategias para "captar" mejor a su mujer y así escribir mejor su "Catalineida". Estas consideraciones suponen tocar cuestiones de tiempo que deben esclarecerse en el conjunto de recursos que el autor despliega. Estamos dejando de lado, no obstante, importantes sugerencias que se desprenden de la lectura: Diana es un nombre asociado a la tradición española de la novela pastoril y sentimental (un objeto de idealización); además, es la protagonista de La Monja Alférez (ser rebelde y esquivo).

 

LA NOVELA Y SUS RECURSOS

Son los mismos hechos los que van alejando al Mayor de su esposa; pero esos hechos abandonan o trascienden rápidamente el nivel de la fábula para convertirse en rasgos conformantes de la narración: "Ciertamente, todo se había precipitado y él casi no se había dado cuenta, pues desde que terminó el libro sobre el Alferez travesti, se dedicó a jugar con las trece frasecitas subrayadas abanicándoselas a su mujer y de esta forma el tiempo fue cavando una mayor distancia entre los dos". (Moreno Durán, 1985: 166)

Esto, por cierto, no queda ahí. Esa "distancia" que se acusa entre los personajes tiene un correlato en la estructura misma del relato. En éste se intercalan a modo de collage fragmentos de variada extensión que son de solo dos tipos. En unos el narrador asume una perspectiva que corresponde a la de los personajes, en los otros tenemos únicamente los diálogos entre Juvenal y Catalina durante sus clandestinos encuentros amorosos. Decíamos más arriba que el Mayor se ubicaba en una zona imprecisa de tiempo; pues bien, es en la confrontación de estas dos formas de narración donde se aprecia este hecho. El Mayor matrimonio nos presenta, mediante evocaciones, los episodios más saltantes de su vida marital con Catalina: el more milites, la pasión compartida por la lengua latina, una cena muy especial, innumerables relatos sobre las fogosas parientes de su esposa, el alucinante episodio de la machaca, etc. Así, lo que podemos considerar el "presente" del personaje es un espacio en el que se dan cita una serie de hechos que no tiene por qué situarse en el tiempo. Esto contribuye a desrealizar la vida del Mayor; vida que se reduce a recordar, a leer, a idealizar a Diana y, en general, a un conjunto de actividades que para Catalina -durante sus encuentros con Juvenal- se ubican en el pasado.

El tiempo en el que "sucede" la novela es sumamente breve. Cuando llegamos al final nos encontramos con el mismo episodio del inicio. El desarrollo de la novela, más que avanzar, se va cargando de significación, aclarándose pero también complicándose. Como en los buenos relatos policiales, únicamente al final encontraremos las claves que nos permitan redondear la historia.

Los dos planos de la narración a los que hemos estado haciendo referencia no solo se traducen en distintas perspectivas temporales. En ellos se manifiesta también una doble presencia del narrador. Cuando asume la perspectiva de los personajes -sobre todo la del Mayor- es muy flexible; basta una coma o una letra mayúscula para cambiar de personaje o para introducir su propia voz. Esta riqueza de matices propia de la novela moderna es el resultado de la conjugación de elementos tradicionales. Hay momentos en que el narrador se convierte en un necesario cicerone para el lector; entonces abunda en explicaciones y comentarios dirigidos al lector: "descubrió el Mayor que la vieja sentencia Semen retentus venenum est (vulgo: si no fornicas te pudres) encerraba una razón tan convincente..." (14); "... verdades como la que dice Non est pecatum mortale modo vir ejaculatur in vas naturale, frase tan expresiva que hasta las niñas de primera comunión entienden" (15); o "Pero hasta lo más hermoso tiene los días contados y así ocurrió con la felicidad de nuestra pareja..." (15).

En todos estos fragmentos es evidente cómo el narrador se dirige al lector y se constituye a sí mismo en una especie de intérprete al interior de la historia. Con frecuencia traduce las expresiones -o dice que no vale la pena hacerlo- que en latín o francés abundan; se permite ironías con los personajes; y, al igual que ellos, alude a diversos referentes culturales. Aun en ese plano de la narración en el que tenemos solo el diálogo entre Catalina y Juvenal, no deja de manifestarse, pero esta vez por medio de llamadas a pie de página en las que se refiere a la conducta o carácter de Catalina. Son, en total, once o doce y en ellas es más notoria la interpelación al lector: "Me permito aquí unas palabras de apología por las faltas de la pobre Catalina. Todos cometemos muchas; tanto tú como yo, lector. Pero no, qué estoy diciendo: esto es pecar contra la cortesía..." (31n).

Hemos visto que tema y recursos están estrechamente ligados. A ellos hay que añadir un tercer elemento. Muchas veces en una lectura identificamos una gran variedad de referentes culturales que enriquecen el texto en diversos sentidos y que por su importancia se convierten en un capítulo obligado para quien pretenda hacerse de una comprensión cabal. Es algo que el autor introduce en el texto por diversas vías, sea el narrador, sean los personajes.

 

LECTURA DE "ARNOLFINI Y SU ESPOSA"

Al diálogo que establece una obra literaria con otras y, por otro lado, la comunicación que establece con el discurso de una cultura, se ha llamado intertextualidad. Su estudio ha permitido apreciar el fenomeno de la creación literaria desde el mirador privilegiado de la cultura. Las manifestaciones culturales de la más diversa índole toman, entonces, un rol de importancia en la inteligencia de los textos literarios. Así, la narrativa de Moreno Durán, tan rica en este aspecto, ha sido ya considerada desde esta perspectiva (Fajardo, 1987). El autor mismo advierte, en clara alusión a Barthes, su predilección por el tema: "Si es cierto que existe un placer del texto -cuerpo o libro-, ¿no es acaso más plena su intensidad gracias al referente cultural". (Moreno Durán, 1984: 877)

Anteriormente nos hemos referido a la nostalgia que siente el mayor Augusto Jota ante lo que irremediablemente va perdiendo. Hay en la novela un elemento que aviva esa nostalgia. Se trata del cuadro de Van Eyck "Arnolfini y su esposa". El motivo del cuadro no es menos importante que la reinsidencia del Mayor al contemplarlo.

Sus colores son intensos, pero se combinan con sobriedad. Predomina el rojo, el verde y el marrón. Es un dormitorio iluminado por una ventana y amoblado sin ostentación ni humildad. En medio de la habitación está la pareja tomada de las manos; él, gesto sereno, pie adelantado, mira al frente con el brazo derecho flexionado verticalmente, la mano abierta; ella, la mirada baja, posa su mano izquierda sobre su embarazo. En la parte inferior aparecen un perro pachón y unas sandalias dispersas que realzan el ambiente de cotidianeidad. Hay también una manzana, que representa a la pareja original; y una alusión a Santa Margarita, patrona de los partos. Estos elementos son destacados en la misma novela -y también discutidos; como aquel pasaje que pone en duda el embarazo de la señora Arnolfini, atribuyéndolo al bulto de la ropa.

Hay también un espejo ubicado en la pared detrás de la pareja y que desempeña un papel significativo para nuestra interpretación de la novela. En el cuadro, el espejo refleja ese ambiente de armonía doméstica como una repetición que confirma el mensaje. Los Aranda tienen también un espejo en su dormitorio -al igual que un perro, Matallana, y zapatos dispersos-; pero éste no refleja armonía alguna, simplemente porque no la hay. Cumple más bien otras funciones: el Mayor observa a Diana, su vecina, a través de él; otras veces, en un juego de espejos que llega al vértigo, se observa en el espejo el cuadro reflejado; en otra ocasión Catalina observa a su marido mirando el cuadro a través del espejo. En esto último tenemos una negación total del mensaje del cuadro; ya no es el elemento que confirma la armonía del hogar reflejada en un objeto de ese mismo hogar, es ahora un reflejo distorsionado de una atmósfera de recelo y desconfianza. Lo que se traduce en distintos sentimientos provocados por el cuadro en cada miembro de la pareja: por un lado la nostalgia del Mayor y, por otro, la sospecha de Catalina que, al ver la imagen, solo atina a pensar que su marido espera un hijo de la vecina. Como el Mayor, ha identificado a la Arnolfini con Diana, pero ¿cuán distintas sos sus interpretaciones? Por su parte, para el Mayor la imagen de la Arnolfini es también ambigua: es a la vez Diana y Catalina. Es su esposa a la que él trata de recuperar con una última estrategia (le escribe una carta en la que, tratándola de usted, le recuerda momentos íntimos de su vida matrimonial y que, al principio y al final de la novela, rompe) y es también Diana que representa una esperanza.

Porque lo que Augusto Jota añora no está en su casa, sino fuera de ella. Su hogar ya no tiene sentido. Su vida conyugal es esa carta que él rompe en la primera y en la última página de la novela. La felicidad de Diana, que se reencuentra con su joven esposo, le da el vigor suficiente para terminar.

BIBLIOGRAFÍA

Bal, Mieke. Teoría de la narrativa. (Una introducción a la narratología). Madrid: Cátedra, 1990.

Culler, Jonathan. The Pursuit of Signs. Semiotics, Literature, Deconstruction. New York: Cornell University Press, 1988.

Fajardo, Diógenes. "Culminación de una trilogía". Hispamérica 48 (1987): 121-129.

Moreno Durán, Rafael Humberto. "Fragmentos de la augusta sílaba". Revista Iberoamericana 128-129.1 (1984): 861-881.

Moreno Durán, Rafael Humberto. El toque de Diana. Bogotá: La Oveja Negra, 1985.
 


 
 
CONTRADICCIONES EXISTENCIALES EN EL PERSONAJE FEMENINO DE UN POEMA DE FEDERICO GARCÍA LORCA

 

María I. Macher
George Mason University

 

ELEGÍA
(LIBRO DE POEMAS)
 
 

1. Como un incensario lleno de deseos,
2. pasas en la tarde luminosa y clara
3. con la carne oscura de nardo marchito
4. y el sexo potente sobre tu mirada.

5. Llevas en la boca tu melancolía
6. de pureza muerta, y en la dionisíaca
7. copa de tu vientre la araña que teje
8. el velo infecundo que cubre la entraña
9. nunca florecida con las vivas rosas
10. fruto de los besos.

11. En tus manos blancas
12. llevas la madeja de tus ilusiones,
13. muertas para siempre, y sobre tu alma
14. la pasión hambrienta de besos de fuego
15. y tu amor de madre que sueña lejanas
16. visiones de cunas en ambientes quietos,
17. hilando en los labios lo azul de la nana.

18. Como Ceres dieras tus espigas de oro
19. si el amor dormido tu cuerpo tocara,
20. y como la virgen María pudieras
21. brotar de tus senos otra vía láctea.
22. Te marchitarás como la magnolia.
23. Nadie besará tus muslos de brasa.
24. Ni a tu cabellera llegarán los dedos
25. que la pulsen como las cuerdas de una arpa.

26. !Oh mujer potente de ébano y de nardo!,
27. cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
28. Venus del mantón de Manila que sabe
29. del vino de Málaga y de la guitarra.

30. !Oh cisne moreno!, cuyo lago tiene
31. lotos de saetas, olas de naranjas
32. y espumas de rojos claveles que aroman
33. los niños marchitos que hay bajo sus alas.
34. Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
35. tus besos debieron ser bajo una parra
36. plenos de silencio que tiene la noche
37. y del ritmo turbio del agua estancada.

38. Pero tus ojeras se van agrandando
39. y tu pelo negro va siendo de plata;
40. tus senos resbalan escanciando aromas
41. y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

42. !Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
43. Virgen dolorosa que tiene clavadas
44. todas las estrellas del cielo profundo
45. en su corazón ya sin esperanza.

46. Eres el espejo de una Andalucía
47. que sufre pasiones gigantes y calla,
48. pasiones mecidas por los abanicos
49. y por las mantillas sobre las gargantas
50. que tienen temblores de sangre, de nieve,
51. y arañazos rojos hechos por miradas.

52. Te vas por la niebla del otoño, virgen
53. como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
54. siendo una bacante que hubiera danzado
55. de pámpanos verdes y vid coronada.

56. La tristeza inmensa que flota en tus ojos
57. nos dice de tu vida rota y fracasada,
58. la monotonía de tu ambiente pobre
59. viendo pasar gente desde tu ventana,
60. oyendo la lluvia sobre la amargura
61. que tiene la vieja calle provinciana,
62. mientras que a lo lejos suenan los clamores
63. turbios y confusos de unas campanadas.

64. Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
65. Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
66. Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
67. !Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
68. al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
69. la pasión de una niña recién enamorada!

70. Tu cuerpo irá a la tumba
71. intacto de emociones.
72. Sobre la oscura tierra
73. brotará una alborada.
74. De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos,
75. y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
76. Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
77. como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.
 
 
 
 

El poema elegido forma parte del conjunto de obras primeras de Federico García Lorca, publicadas en 1921, bajo el título señalado. La fecha del poema es diciembre de 1918, es decir, uno de los primeros de este grupo. Es, por tanto, una poesía de iniciación que refleja, en lo personal, el período de tránsito de la adolescencia a la edad adulta del autor. Como él mismo lo menciona en sus "Palabras de justificación", que preceden a los poemas, es un libro en el que ofrece: "la imagen exacta de mis días de adolescencia y juventud..." (p. 8). No por ello es menos valiosa que el resto de su obra, aunque algunos críticos, como señala D. Gareth Walters: "... consider this collection as one where the poet has not yet encountered his true voice..." (p. 10). Por el contrario, Guillermo Díaz-Plaja afirma rotundamente que ésta es una "obra de extraordinaria importancia, de ninguna manera clasificable como `promesa', sino como logro maduro ya de una serie de aciertos del mejor lirismo." (p. 74).

El poema está dividido en 15 estrofas, principalmente de versos dodecasílabos, con rima asonante en los versos pares. La mayoría (nueve) de estrofas está compuesta por cuartetos y las demás por estrofas de seis, siete y ocho versos. En la segunda estrofa y comienzos de la tercera, los versos diez y once son hexasílabos. Para salvar esta irregularidad métrica, García Lorca recurrió a una artimaña gráfica, que constituyó una novedad en su tiempo, consistente en que el verso décimo primero no comienza al principio del margen izquierdo, como todos los demás versos, sino a la mitad de la línea, coincidiendo con el fin del verso anterior, como si ambos fueran un solo verso (lo son en términos métricos, mas no temáticos).

El tono del poema nos es sugerido desde un principio, a partir del título. La "elegía" fue originalmente una composición o poema fúnebre que con el tiempo "fue ampliándose, hasta convertirse en `lamentación' por diversas causas: desgracias familiares, derrotas nacionales, llegando a cantar, por último, los desengaños amorosos, o, en su acepción más amplia, la tristeza de ánimo." (Bleiberg, p.286).

En este caso se nos presenta a una mujer madura en tránsito a la vejez, en un momento en que no puede exhibir ni un pasado de realizaciones ni un futuro de posibilidades. Es, por tanto, un tono triste, desolado y desesperanzador. Para D. G. Walters, se trata de una "solterona".

En cuanto al tema, a diferencia de la mayoría de poemas de este libro que, como señala Candelas Newton: "...proceden en su mayor parte del folklore infantil, de la religión familiar y del paisaje idealizado por la distancia y el recuerdo." (pp.1-2), aquí no encontramos estos elementos de manera directa.

Como ya se ha dicho, la temática general de la obra es la de una mujer madura pero aún vital, a la que el paso del tiempo va anulando belleza, quizás aspiraciones, pero no deseos.

En cuanto al tiempo, podríamos distinguir tres momentos: el paso de la mujer; su penetrante descripción tanto física como espiritual, las reflexiones del yo lírico con sus predicciones, lamentaciones y, casi se diría, reproches; y la partida de la actante: "Te vas por la niebla del otoño..." (verso 52).

En un primer momento, el hablante lírico nos ubica visual y temporalmente en situación de espectadores: observamos cómo esta mujer se desplaza en lo que podría ser un paseo en una tarde soleada: "pasas en la tarde luminosa y clara" (verso 2). En las estrofas siguientes, esta situación dinámica se mantiene (pero contenida, pues es el momento de la descripción de la mujer) y se percibe a través del verbo "llevas", que aparece destacadamente en posición inicial de verso y se repite en las dos estrofas. Podríamos parafrasear los versos, resumiendo la idea, en dos palabras: "paseas llevando...". Antes de terminar el poema, en la estrofa doce, aparece en posición inicial de estrofa y de verso el enunciado "Te vas", que completa el ciclo del "pasaje", es decir, del discurrir de la actante: pasas, llevas, te vas.

Ahora bien, este espacio temporal ("la tarde luminosa y clara") que enmarca el tránsito de la actante, tiene otra connotación que no corresponde necesariamente a un tiempo real. Es también una metáfora de la etapa de la vida en que se halla esta mujer: se encuentra en la "tarde" de su vida, en la "segunda mitad" (como lo es la tarde respecto del día); pero aún enérgica, vital y bella, "luminosa y clara" (como lo es esta tarde, también).

La descripción aludida se da a dos niveles, el físico y el espiritual. Es así que encontramos los vocablos: "carne", "boca", "vientre", "manos", que constituyen "apoyaturas" para ofrecernos la trama de un intrincado y doliente tejido de emociones y sentimientos: "deseos", "melancolía", "ilusiones muertas", "pasión hambrienta", "amor de madre", "sueños", "visiones"...

Luego, en la quinta estrofa, el pronóstico de lo que será el resto de su vida, ocupa el tema del poema.

La estrofa octava, que es exactamente la mitad del poema, es clave, es una estrofa "bisagra" en la que el yo lírico se entrega, se arriesga y expone abiertamente su postura. Se irrita: "Nadie te fecunda." y se compadece: "Mártir andaluza". Con esto le quiere decir: no es tu culpa, es la sociedad, es el medio el que te ha llevado a esta situación. Sin embargo, le reprocha lo que "debió" hacer y no hizo: burlar a la sociedad, no renunciar a sí misma, aprovechar la nocturnidad, la oscuridad, la complicidad del silencio, la turbiedad de lo prohibido, la "intransparencia" del agua estancada que oculta lo que hay debajo:

"... tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada."
Sin embargo, ya es demasiado tarde. La siguiente estrofa comienza con la conjunción adversativa "pero", llena de objeciones, que al estar al inicio del verso se carga de fuerza.

Ahora bien, nuevamente, como quien no se resigna, el hablante lírico se dirige a la actante mediante una apóstrofe en el primer verso de la décima estrofa, en la que destacan los tres elementos de que trata el poema: "esbelta" que remarca su fortaleza y belleza (más adelante hablará de su "espléndida espalda" que "empieza a curvarse"); "maternal" por sus aspiraciones frustradas; y "ardiente" por sus deseos no satisfechos.

En los siguientes versos y en la inmediatamente posterior estrofa, el hablante lírico se refiere metafóricamente a la actante como "Virgen dolorosa" y como "el espejo de [una] Andalucía" (antes, también se había referido a ella como Ceres, la diosa de la mitología romana). Al respecto, Walters señala atinadamente que la intención es:

"...to convert the protagonist into a symbolic figure. This is achieved both by a complex pattern of analogy with other female figures —in this case religious and mythological— and by emphasizing the regional identity of the spinster... The overall effect is... to create a poem that exploits the individual lament for the purpose of communicating experiences that are both lyrical and universal." (p.16) La estructura temática está articulada en unidades de contrarios, en la que se lleva a cabo un continuo contraste de valores: vida/muerte; pasión/represión; fertilidad/esterilidad. La actante es una mujer para la vida en camino hacia la muerte; una mujer para la pasión en una vida de represión; un cuerpo bullente y fértil en una cotidianidad estéril.

Algunos ejemplos ilustran lo dicho. En el tercer verso aparece el enunciado "carne oscura", en el que la oscuridad contrasta con la luminosidad de la tarde y que bien podría tratarse del color moreno de una gitana o de la oscuridad (falta de brillo) de la piel producto del deterioro.

En la segunda estrofa, se introduce el sentimiento de "melancolía" por una "pureza muerta". Esto último es un contrasentido: una pureza no es ya tal si está muerta, pero tampoco es impureza; es decir, representa lo absurdo, aquello que "huelga", que no tiene ninguna razón de ser o haber sido. Se refuerza así el sentido de frustración que podría haber implicado el ejercicio de un principio (la castidad que imponía a las mujeres una sociedad represiva, por ejemplo) que al declinar de una vida resultaría absurdo.

Contrasta con este tono melancólico y el tema de la pureza el calificativo de "dionisíaco" que le atribuye el hablante lírico al "vientre" de la actante en la misma estrofa. Termina la estrofa con otro contraste, refiriéndose a la esterilidad como "la entraña nunca florecida", frente a lo que simbolizaría la fertilidad de las "vivas rosas".

En la tercera estrofa, contrapone las "ilusiones muertas" —que ya de por sí constituyen un contraste, pues ilusiones significan vida, esperanza, ánimo, pero al calificarlas de muertas anula esta condición— con las "pasiones hambrientas", que no sólo no mueren sino que vibran intensamente en ella, haciendo aún más dolorosa la situación de esta mujer.

Por último, más adelante, el yo lírico describirá a la actante con metáforas contrastantes como: "mujer potente de ébano y de nardo", "cisne moreno", "virgen" y "bacante", es decir, lo claro y lo oscuro, lo luminoso y lo opaco, lo puro y lo impuro.

Es interesante detenerse en la utilización de los distintos tiempos verbales para ubicar momentos y partes importantes del poema. Al respecto el ya citado Walters, sostiene que tanto esta "Elegía" como la "Elegía a doña Juana la loca", dan una impresión de espontaneidad "...rather than a carefully constructed composition. They are, in a sense, structureless, in that they possess neither clearly defined nor implicit divisions." (Walters, p. 16). Walters sólo destaca un momento importante, que vendría a ser, según él, el clímax de la "Elegía" y es cuando se da un cambio del pasado al futuro. La "Elegía": "...attains its climax by a sudden switch of tense from the past to the future, accompanied by a metrical change..." (p. 16).

Sin embargo, como se ha anotado antes, creemos que estos cambios de tiempo verbal nos permiten llegar a momentos diferenciados del poema. En ese sentido, observamos que en las tres primeras estrofas se utiliza el presente para hablarnos del "paso" de la actante, lo cual permite al hablante lírico observarla y describirla.

Con la utilización del pretérito imperfecto del subjuntivo en la cuarta estrofa, el hablante lírico especula sobre lo que la actante sería capaz de dar o lo que le sucedería en una situación que se propone como hipotética, gracias a la partícula condicional "si".

En la quinta estrofa, se utiliza el futuro para pronosticarle que todo aquello, hipotéticamente posible de que se hablaba en la estrofa anterior, no va a ocurrir.

En lo que podríamos señalar como una cuarta parte (sexta, séptima y décima estrofa), son notoriamente destacables las apóstrofes que el yo lírico hace en presente a la actante, dirigiéndose a ella, primero como mujer, luego, metafóricamente, como cisne, como Venus y como Virgen. Estas dos estrofas abren una especie de paréntesis en el discurso del poema, en tanto que constituyen los únicos momentos en los que el yo lírico abandona el "tú" para emplear la tercera persona del singular en las metáforas en las que alude a la misma actante

En la quinta parte (octava estrofa) se da la utilización de dos tiempos, el presente, que es rotundo y casi como una agresión, en una frase muy corta y la única de esta dimensión en el poema: "Nadie te fecunda." (¿será un reproche?), y el pretérito indefinido "debieron" unido al infinitivo "ser". Este "debieron" tiene la connotación, no de suposición sino de obligación ("deber: estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva."; DRAE, 1984), y ello es interesante de destacar para ahondar en el significado de los versos de esta estrofa, que veremos más adelante.

En la sexta parte (novena estrofa) predomina el uso del gerundio, unido al presente que lo precede. Este tiempo verbal subraya de manera muy significativa la idea de progresión en el tiempo de lo que le ocurre a la actante en estos versos: el deterioro.

En las estrofa once, doce y trece utiliza el presente y regresa a la segunda persona del singular para señalar todo lo que la actante significa como símbolo.

En la estrofa catorce utiliza el pasado, el presente y el futuro, es decir reúne todos los tiempos verbales, ofreciendo una síntesis de todo el tema de la elegía.

Finalmente, en la última estrofa, emplea el futuro sentencioso y lapidario.

En cuanto a las figuras literarias, que son múltiples, nos limitaremos a señalar sólo algunas. Empieza el poema con un símil muy fuerte ("Como un incensario lleno de deseos"), en el que violentamente se descubre la intimidad de la actante, desnudándola a los ojos de los demás. Sin embargo, no es solamente lo que la actante lleva dentro de sí sino aquello que provoca en la mirada ajena lo que se nos ofrece. Es una figura muy rica porque el incensario, como contenedor de brasas, expresa visualmente la idea que quiere comunicarse, la de un enorme y contenido deseo que está en combustión, pero que se consume en sí mismo, sin propagarse.

En la estrofa cuatro se emplean dos símiles. En ellos se compara a la actante con la diosa de la tierra Ceres y con la Virgen María. Ambas para destacar anhelos no realizados, que en realidad son uno solo, pero que aquí aparecen en dos momentos: el de la fertilidad y el de la maternidad.

En la quinta estrofa aparecen dos símiles también. En el primero ("Te marchitarás como la magnolia"), el yo lírico le anuncia a la actante lo efímero de su belleza, que como una flor rápidamente desaparecerá, igual que su pureza (como desaparece la belleza y blancura de la magnolia). En el segundo símil, se hace la equiparación de la cabellera de la actante con las cuerdas de un arpa. Es ésta una imagen muy sensual que aúna lo erótico de una cabellera recorrida por la manos del amante con la música que brota de las cuerdas de un instrumento; es un deleite doble, táctil y auditivo, del que la actante se verá privada.

Hay en el poema una serie de metáforas, como aquella en que se identifica el vientre de la actante con la "dionisíaca copa". La copa, receptáculo, describe gráficamente al vientre, pero al mismo tiempo connota el lugar donde se escancia el vino embriagador, el de las orgías y los desenfrenos, lo que, desde luego, en este caso, es una ironía. Walters nos dice al respecto: "...ironic in its conceptual association: there is nothing by way of pagan festivity in the spinter's life." (p.20).

En la estrofa once, se da la utilización de imágenes muy significativas referidas a las pasiones, que son al mismo tiempo las que sufre la actante y Andalucía. Allí se nos sitúa en el contexto cultural y normativo de la obra. Estas pasiones están "mecidas por los abanicos/ y por las mantillas sobre las gargantas". El "abanico" característico de los bailes y las coreografías alegres del folklore ligero andaluz, que oculta en parte el rostro, que oculta las verdaderas pasiones, los auténticos sentimientos y los banaliza. Y las "mantillas" que oprimen las gargantas, que acallan los gritos: los preceptos o las instituciones religiosas que reprimen, que "mecen", que adormecen las pasiones, las voces de dolor y de protesta, que las doblegan y sojuzgan. Aquí se une lo individual y lo colectivo, dándole una dimensión mayor a la obra.

Como se observa, éste es un poema de gran riqueza expresiva, con un contenido lírico profundo y de gran nivel de elaboración. Todos sus elementos, tanto formales como de contenido, contribuyen a forjar la belleza de la expresión poética, con gran acierto en la elección de los recursos literarios. Sólo aparece un elemento que nos resulta redundante: "la tarde luminosa y clara"; ambos adjetivos expresan lo mismo, sin que el uno añada al otro mayor significación. Sin embargo, este aspecto, aparte de ser totalmente aislado, no tiene la menor relevancia, ni le quita mérito ni belleza a la obra.

BIBLIOGRAFIA

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Díaz-Plaja, Guillermo. Federico García Lorca. Su obra e influencia en la poesía española. Buenos Aires: Espasa-Calpe

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García Lorca, Federico. Libro de poemas. Poema del... México: Editorial Porrúa, S.A., 1994.

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Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1984.

Walters, D. Gareth. "The Queen of Castile and the Andalusian Spinster: Lorca's Elegies for Two Women" en Harvard, Robert (ed.). Lorca: Poet and Playwright. Cardiff: U. of Wales, 1992.
 


 
 
SOBRE ASCUAS
Alberto Barrueco
 
 
I
 

Ya debía estar aquí. Nunca tarda tanto, algo ha tenido que pasarle allá en el monte. Dentro de un rato será de noche.

-Ya debía estar aquí. Le ha pasado algo...

-Venga, madre, no se preocupe, antes de que terminemos de preparar la cena llevará ya rato en casa. Écheme una mano con las patatas.

-Termina de prepararlas tú, que yo voy a ver si le veo llegar por el camino.

Hace rato que debía estar de vuelta. Él es como su padre, clavadito a él. Sabe que siempre me preocupo y nunca se entretiene en nada. Nunca he podido evitar pensar lo peor, y ahora tengo el mismo presentimiento que aquel día. Sí, él es clavadito a su padre. Si pudiera verle, creería estarse mirando al espejo de joven, cuando yo le conocí, hace más de veinte años. Paco es más grande ahora, ya era más alto que él cuando me lo mataron, y llegará a ser, seguro, bastante más largo. Más alto sí, pero igual de fuerte. Paco será capaz de trabajar todo el día, sembrando el campo de tocones y troceando sin descanso ramas y troncos. Hará como su padre, trabajar duro para que nada nos falte a su madre y a sus hermanas. Y tendrá que ser fuerte para dentro de unos años alimentar también a su propia mujer y a sus hijos. Porque es ley de vida que así sea.

Por fin ya llega. Gracias, Dios mío. Sabe cómo me preocupo y por eso viene casi corriendo.

- Agustina, ponlo a cocer, que ya llega.

- Lo ve, ya le dije que deje de imaginarse lo peor. Terminará contagiándonos esa locura a todos. Ya me empezaba a preocupar a mí también esa sinrazón.

A su padre también le gustaban las patatas con costillas. Las calentaba mucho, mucho, porque le apetecían bien calientes, hasta casi quemarse la lengua y hacerse daño en los dientes. Si no estaban así no las despreciaba, pero no las comía con la misma gana. Paco también las come así, aunque sopla un poco la cuchara, porque todavía es joven y no tiene el callo en la lengua que tenía su padre, pero ya se da la misma maña para pescar de la cazuela las costillas y devorarlas una tras otra hasta dejar tan sólo los huesos pelados y el laurel.

- Se le soltó una herradura

a Babieca. Le hice un apaño con esparto y hemos vuelto por el camino de la Monclova para que no se lastimase más la uña.

Paco siempre ha sido un muchacho despierto, de los más listos de su clase. Cuando su padre trajo el pollino, se empeñó en llamarle Babieca, porque la maestra le había enseñado que era el nombre del caballo de un rey que había conquistado media España de los moros. La maestra y el cura me dijeron que tiene cabeza para los estudios y que en el seminario le admitirían sin problema. Yo no dije ni que sí ni que no, pero su padre se reía imaginando a un hijo suyo con faldas y hablando latines. Además, decía con mucha razón que Dios le había dado un sólo varón y alguien debía seguir con su oficio y, sobre todo, perpetuar su apellido. Ahora me alegro de que no se dejara convencer por doña Amelia y el padre Carlos, que menudos son para convencer, ¡con el pico que se gastan!. Si por ellos hubiera sido, ahora estaríamos solas. Sus hermanas y yo le necesitamos para mantener la casa y seguir adelante, y los estudios y las misas no dan de comer a una viuda y a dos huérfanas. Paco es inteligente, ¡ya lo creo!.

- Hemos dejado preparado todo. Sólo falta recubrir la hornera un poco, y si hace buen tiempo, le daremos lumbre por la mañana. Pasaremos la noche allí, en la hoya... y no me mire así, madre, que bien sé yo cuidarme.

Su padre también sabía cuidarse, y al final de nada sirvieron las precauciones. Así acabó, por confiar demasiado en la gente. Ya lo dice el refrán: "das la mano y te quitan el brazo".

- ¿Se quedará tu primo por la noche?.

- Pues claro, pero ¿porqué tiene que darle siempre vueltas a lo mismo?. Cómase las patatas, ¡joder cómo están!.

Tiene razón; su primo no tiene la culpa de nada, ni tampoco mi hermana. Las personas son como son y a veces no hay manera de cambiarlas. Estábamos muy equivocados con Tomás, y yo la primera. Yo creo que nos tuvo a todos engañados mucho tiempo, porque nadie puede comportarse como una buena persona y luego...

- Ahí tienes un poco de queso, si te has quedado con hambre.

- Ya me voy a la cama. Hoy ha sido un día duro y mañana será peor. Usted es la que debería comer un poco, se nos va a quedar en los huesos.

Nos tenía engañados a todos, y a mí la primera. Yo le veía en las tierras de la vega, donde comenzó como jornalero ¡Cómo trabajaba con el zapapico y la azada!; apenas levantaba la cabeza y era increíble ver sus músculos tensarse hambrientos de tierra y trabajo. No tenía donde caerse muerto, pero trabajó tanto que pronto se ganó la confianza de todo el pueblo, hasta conseguir algunas fanegas cerca de la dehesa para explotarlas como aparcero. Pero la culpa de todo la tengo yo, por animar a mi hermana a que se dejara cortejar por ese mal nacido. La culpa la tengo yo, por ser tan ciega.

 
II

-Venga hijo, ya es hora de levantarse. Ya tienes todo preparado.

Me da pena levantarle tan temprano. Cuando le veo dormido, es cuando me doy cuenta de que todavía es un niño, aunque haga vida de hombre.

- ¿Se ha acordado de que pasaré la noche fuera?.

- Claro, hijo, cómo me voy a olvidar. Te preparé comida suficiente, la tienes en el morral, donde siempre.

Cómo me voy a olvidar. Estaré todo el día acordándome y haciéndome mala sangre. Antes me daba igual. He preparado cientos de morrales cada vez que debían pasar la noche fuera, para que no les faltara de nada ni a mi marido ni a Tomás. Y luego fueron más grandes cuando los chicos crecieron y debieron acompañarles.

-Llevas un poco más, por si acaso.

-Ya lo sé, madre. Aunque no pase por aquí siempre se lo agradece.

Ya sé que lo agradece. Pero qué culpa tienen él y su madre; bastante les ha caído, vivir siempre con la vergüenza del padre. Pero hace bien en no venir, porque no soportaría ver el parecido del pobre chico con Tomás, porque a lo mejor no puedo controlarme, y le agarro y le atizo con un palo en la cabeza.

-Venga Agustina, levanta a tu hermana que hoy hay mucho que hacer. Parece que ha amanecido un buen día y el chico pasará la noche fuera., así es que aprovecháis para bajar al lavadero con las sábanas. Hoy nos toca adecentar un poco la casa y el corral, que lo tenemos todo un poco descuidado.

Antes no se me ocurría aprovechar las ausencias del padre para lavar nuestras sábanas, porque me gustaba despertarme con su olor en las telas, sobre todo cuando no podía tenerle a mi lado en carne y hueso. Sin embargo, luego le recibía con la cama recién cambiada, y yo sé que lo apreciaba, aunque tardara apenas unos minutos en caer profundamente dormido. Hace tiempo que ya se escapó su olor de las sábanas; ahora sus ropas sólo huelen a la lavanda y al espliego del armario.

- Hijo, no olvides arreglar lo de Babieca.

- No se preocupe, pasaré por la fragua antes de ir al Maroto.

Allí, a la fonda de Maroto también fueron su padre y su abuelo todos los días que subían al monte. Allí, en el confín del pueblo, cerca de la vereda, se ha juntado desde siempre la cuadrilla y recogen los aperos que han guardado en un chiscón el día anterior. Pero antes, tanto los jóvenes como los viejos, toman fuerzas con una copa de aguardiente, para hacer frente a la humedad y al frío del amanecer. Por eso en la comarca se conoce al Maroto como la fonda de los carboneros, porque también hasta el Maroto se acercan los tratantes para fijar las condiciones de la compra del combustible, y allí suben sus carros para trajinarlo.

- Acuérdate de traer un saco. No tenemos casi para el fogón.

- Ya sabe, madre, en casa del herrero...

Qué va; a nosotros no nos ha faltado nunca de nada, aunque tampoco nos ha sobrado demasiado. Porque mi marido no era un simple fabriquero: fue el mejor artillero de todo la comarca. Y no lo digo yo sólo, que es ésta una opinión general de todo el pueblo. Yo le acompañé un día al trabajo, al poco de casarnos. Les vi armar la hornera, apilando la leña con cuidado, hasta formar una pequeña montaña resguardada en la hondonada. Luego lo cubrían todo con esmero, y antes de aterrarla la tapaban con chasca, para que la tierra no calara en los chapodos. Me gustó verles a ellos dos, padre e hijo, dictando a la cuadrilla cómo debía hacerse el trabajo. Y cuando todo estuvo preparado, y los respiraderos bien dispuesto, le dieron fuego al horno; se podía oír cómo se iba quemando la leña, lentamente, durante horas y horas, hasta quedar convertida en puro carbón. De nada nos ha faltado nunca, pero ahora todo es diferente, porque Paco ya no tendrá a su padre para aprender todo lo que él le enseñó el suyo. Pero yo sé que Paco será el mejor fabriquero de la comarca. Él me lo prometió cuando enterraron a su padre, y yo sé que así ha de ser. Y así será.

 
III

- Nos han dicho en el lavadero que Tomás está muy mal. Parece que puede morirse de un momento a otro. Por lo visto algo malo cogió y se pudre por dentro.

- ¿Quién te lo dijo?.

- Paulina. Pasó ayer por la ciudad. ¿No se alegra de la noticia?.

- Sí, claro.

Claro que sí. Pero ellas no saben que estoy al corriente de todo. Nadie lo sabe. Sólo Luis, al que le dicen el Trastás. Él me tiene al tanto. Fue parte del trato. El Trastás me ha dicho que al principio sólo se quejó de una molestia en el estómago, que pronto comenzó a sentir continuas náuseas, a hacerse sus necesidades encima, a vomitar sin descanso. También me anunció que durante varios días el dolor se le hizo insoportable, y que ya falta poco para que al fin se acabe todo. Es curioso: a veces pienso que me gustaría que su suplicio se prolongara durante varios días, o quizá semanas, pero tal es la necesidad que siento por saberle muerto, que incluso estos d’as de su sufrimiento los agradezco como un premio a mi tristeza pero también lo acepto como un castigo a mi deseo. La verdad es que le llegué a apreciar. Y mucho. Por eso no puedo entender qué pudo suceder en su cabeza para que hiciera lo que hizo. Francisco siempre se portó bien con él. No tenía por qué ofrecerle un trabajo, y menos enseñarle todo sobre el oficio. Pero él lo hizo por mí, porque yo se lo pedí. Él no formaba parte de su familia, pero le aceptó como si así lo fuera.

- ¿Qué piensa, madre ?, está como abobada. - Nada hija, en Paco, que ahora debe estar preparándose para dormir.

- Hará buena noche. No se preocupé, mañana llegará a media tarde. Muy cansado, pero llegará.

Él siempre llegaba cansado. Menos ese día. Le esperamos todos levantados, con la mesa puesta para cenar juntos, y celebrar la venta. Él llevaba varios días muy contento. Habían conseguido fabricar varias toneladas de carbón, "como nunca, de canutillo", me dijo. Todo fue bien, y listo a tiempo, para colocarlo al mejor precio. Él y Tomás se quedaron en el Maroto, esperando a los tratantes. Era la primera vez que trabajaban por separado, cada uno responsable de un horno, porque Tomás había aprendido rápido y casi sabía tanto como él. Según dijo el Maroto, todo se debió a un comprador forastero, que ofreció más del doble si la carga se entregaba a pie de tren, pero si se cumplía el plazo de varios días para hacer su depósito en la estación. Se ve que Tomás se enfureció porque le ganó la partida, al contratar con más rapidez a los carreteros. A la salida del camino le esperó, debajo de un árbol, en el mismo donde apareció el cuerpo despedazado a hachazos.

 
IV

- Niña, prepárate para ir a comprar unas cosas, que hoy hay que celebrar

Acaba de decírmelo el Trastás. Me ha enviado una real con su hijo, la señal, según convinimos. Mi hermana ya es viuda. Pobrecilla, sí que me odiará. Nos conocemos demasiado, y cuando me mire, callará, no preguntará nada. Pero tengo la certeza de que aún así me comprende y quizá cuando seamos viejas, si logramos envejecer juntas, quiera saber la verdad aunque no sé si entonces será capaz de confesarla.
 


 


                                                                                                                                        HISPANIC CULTURE REVIEW
 
LALO, LA VIDA...
Yhamel Catacora
 
 
Si vendo mi alma¿quién la comprará?Si compro tu tiemponunca mía serás.Por eso es que vago,esa es la verdad.Si miento un poquitoya me perdonarán...¡la,la,la,la,la,la...lo!

La-lo...lo-la... ¡Qué gracia me causan estas dos sílaba! ¡Qué difícil evocar con ellas algo serio! Peor es el infernal diminutivo, La-li-to. Lalo el filósofo, Lalo el esotérico, Lalo el existencialista, tal vez, Lalo el artesano (aunque suene a canción). Si te hubieran puesto otro nombre como Federico, Facundo o Fausto..., ¡pero no! Lalo te llamaban los conocidos, otros el hippie mal oliente, mal parido del Prado, el que escondía entre piedras y alambres un gran mercado de narcóticos ilícitos. Cuán cierto y cuán falso era todo aquello. Eterna contrariedad de los nuestros, de los cuatro vientos que agitan nuestras vidas, pero que cesan ante el impulso humano que lo enfrenta; aunque lo único que quede sea el consuelo eterno que brindan los recuerdos.

En este Prado te conocí. No te miento, fue el collar de semillas de no sé qué lo que me atrajo a este diminuto y pacífico espacio en pleno Prado, donde debajo de un escuálido árbol, en medio del caos urbano, tú vendías.

-¡Qué ridícula vida!- pensábamos el uno del otro, tras escasas palabras de introducción, confesión que saldría a la luz esa misma tarde a través de una mateada y un café irlandés andino, otro invento tuyo, pero de los míos

Recibí la noche con nostalgia. Debí despojarme de los aritos y collares prestados, presintiendo que las sombras arrebatarían una nueva ilusión. Nos despedimos. Tú, a Vino Tinto, el más tinto de los vinos, al pie de las montañas. Yo, simplemente partí buscando lo que un día había sido mi hogar.

Apenas llegó el sol, no resistí la tentación de regresar al Prado, el nervio de la ciudad. En este centro no era difícil encontrarte, debajo del mismo árbol. Unico hombre cargando un bulto al estilo chola, en un aguayo multicolor. Tu piel blanca contrastaba con el verdor de tu boca. No eran menos particulares tus pirelli que cansadas de rodar las carreteras te acompañan a recorrer las veredas, dejando una singular huella.

En un par de horas nos identificamos. Yo intentando ser reconocida por mi terruño. Tú judío patagónico, desterrado de mil tierras, hoy dueño del Prado. El destierro toca el nervio de quien lo ha vivido, de quien lo sigue, buscando lo inexplicable, rasgo común que nos conectó por siempre.

Te ofreciste de guía. A las 4:00 de la tarde comenzamos el recorrido hasta llegar a unas casetas de láminas de metal, detrás del panóptico regional; jamás imaginé que allí se escondía un abejero café.

A las 6 retomamos las empinadísimas calles por las que un día, según la leyenda, llegó a pasear un opulento volcán. En mi infancia las calles no agotaban y se respiraba con facilidad. Con las gafas del progreso, las que se prescribe desde el norte, enfocaba mi ciudad en aquel paseo. En mis años de ausencia había aprendido a temer a la muerte, a buscar el rejuvenecimiento de lo físico, de lo aparente, ocultando las arruguitas y las manchas con el mejor concealer. Te seguía atolondrada por calles, pasajes y avenidas. Cada lugar narraba una anécdota; sabías dónde encontrar las más deliciosas humintas, las frutas más frescas, el mejor café. Al caer el velo de la noche sabías dónde ir a mascar la mejor coca y a escuchar la mejor música.

Lugar ecléctico, excéntrico y enigmático: el Socavón. Una mina de donde se extraen substancias del mismo cuerpo del minero. El principal hallazgo: la efimera fruición de la vida.

Media noche. Incienso. Arte. Humo. Sudor. Jazz. Gente. Lalo.

A las 2:00, un nuevo día. Hebras coloridas decoraban mi cabello, transportándome a la bendición aymara de las llamas.

A las 4:00, Lalo dueño del escenario.. Cabello suelto libre, negro como la lejía que exprime el zumo de las hojas verdes. Soplabas el lamento andino que esa noche compartimos. Las primeras gotas del amanecer opacaron la euforia de haber bautizado lo que llamarías nuestra eterna y dulce compinchería.

Dejaste de ser extraño, Lalo de pelo largo. La noche y el día dejaron de batirse en duelo. Se consolidaron tan bien que parecía que la tierra no quería apresurarse, divagando y tambaleando hacia posible que viviéramos, un largo amanecer diurno y nocturno.

Al convencerte de que las lenguas extranjeras, que había aprendido en el trajín de mi vida, podían atraer más turistas, pude compartir tu empresa y tu taller como aprendiz en la misteriosa vid. Tu taller: una mesa, materiales, un anafre, y en la pared un seductor paisaje: una meseta cuna de eucaliptos y pequeñas casas de adobe y paja. En una de esas viviendas aprendí a martillar con precisión las tiras de metal que delicadamente abrazarían a una hermosa piedra. La paciencia adiestra al artesano; doblando, cortando, enroscando, repitiendo una y otra vez la tozuda labor que conduce a la perfección. Aprendí lo abrumador que puede ser el exceso del decoro al convertir una simple calabaza en una elegante pipa de agua. Horas después de acabada, sofocada por el epoxy y el enamel, presionada por la altitud del lugar, había explotado. Su efimera gloria le costó su esencia, en mil pedazos yacía en el piso.

Al mediodía partíamos rumbo al Prado. Una hora de caminata desde las afueras al centro. Las viviendas se iban convirtiendo en enormes cubículos sin personalidad, pero protegidos por el sol y una que otra nube; persona que pasaba delante de ellos bajaba la cabeza de inmediato, sintiendo cosquilleantes proyectiles en la frente. Los aires fétidos y los motores nos anunciaban también que habíamos llegado a la civilización.

Parchados bajo el moribundo árbol tendíamos los terciopelos rojinegros sobre los cuales mostrabamos las piezas producidas ese día: filigranas de alpaca y bronce creaban laberínticas congregaciones. Según tú, cada pieza ya tenía un dueño: ojos de tigre y ónix para los morochos; esmeraldas y turquesas para los rubios. Aunque en cualquiera de ellos, en orejas o en muñecas, en cuellos o en tobillos se balancearía más tarde un travieso Tumi; y hasta el poderoso Inti se prendería de la solapa de algun rubio y olvidándose de los 500 años saldría a conquistar otros mundos. Con la emigración de estas piezas no sólo subsistíamos, vivíamos plenamente... unos cuantos días.

Llegaban gradualmente clientes y colegas. Llegaba Samuel de la sinagoga, Santi del templo, Pablo del sindicato y uno que otro individuo sediento de aventura. Estando todos congregados comenzaba la cháchara de las sinrazones. Cada uno tenía una solución a la crisis mundial: salvar almas, purificar, circuncidar, matar, amar, dar...Lalo aletargado, en medio debate, te escurrías encogiendo los hombros, echándome un vistazo de reojo, sonriendo y balbuceando tus razones. Remojándote los labios te juntabas con el endeble árbol y acompañabas el parloteo de los nuestros con la flauta.

Yo te escuchaba, tendida en el piso, apoyando mi cabeza en el bulto que creías seguro en mi poder. Con la nuca adivinaba lo que allá guardabas. Un día, aprovechando tu entrega a la música, tuve que violarlo. Lo desnude primero de su lienzo; en mi ansiosa mente ilustraba lo que dentro encontraría: fármacos multicolores, yerbas y pildoras intoxicantes, aquellas que contrabandeabas según los otros. Mi sorpresa fue mayor al llegar a tocar el corazón del gigante. Ni la DEA hubiera podido con todo aquello. Las cejas de Ouspensky se clavaron en mis ojos; rocé Gurdieff quien me alertó que en la cima encontraría a un lobo indiferente pero peligroso; un hombre mediocre aguardaba los laberintos que construían hábilmente los extranjeros para encerrar en ellos sus principios.

Mis temblorosas manos dejaron caer una de las ediciones de bolsillo de la cual saltaron fotografías. Reconocí a Lalo niño, Lalo adolescente, Lalo viejo y a la pequeña Yael. Un escalofrío atravesó mi espina. La música había cesado. Sentí la lana de tu poncho en mis mejillas. Al ser descubierta en mi hallazgo sentí el fin; maldita curiosidad, negligente y odiosa me apartaría de ti y...

-Pasame las pincitas redondas ya que tenés las manos en la masa- escuché amplificadamente. Cumplí tu pedido sin levantar la cabeza y concienzudamente volví a poner todo en su lugar, no sin antes dar una ojeada a Yael. Viendo aquella fotografía, otros habrían asumido que aquella criatura era el alimento de hippies y gitanos como tú. El negro profundo de sus ojos asentía la posibilidad de un parentesco. Al verla en mis manos también te picó la necesidad de hablar.

Una rubia atraída por los encantos del sur, de tu personalidad y de tu extravagante vida, había entrado libremente en tu cotidianidad, cautivándote al mismo tiempo. Compartió tu viajes, tu pan y tu lecho. Yael vino al mundo trayendo la felicidad que nunca antes habías experimentado y la que creías inacabable. Pero lo que al principio había sido gratuito se convirtió en un sacrificio físico y moral para la madre; a quien le llegó a pudrir el tercer mundo. Partió sin un adiós con todo lo que le pertenecía por ley natural.

Narrar tu pérdida era un trago amargo pero detenías las lágrimas con tu obscuro humor, utilizando cándidas palabras en tu mejor inglés. Quise abrazarte comprendiendo mejor porque no quería partir de tu lado.

Por tu aspecto, la sociedad te despreciaba pero decías que aquello no tocaba tu fuero interno. Habías trotado mundo y te sobraba energía. Sufrías el dolor de la separación, pero esto no perjudicaba la hora del café contemplando el crepúsculo o el amanecer. La vida te había dado un golpe bajo pero todavía encontrabas paraísos terrenales. Eran tus hogares la selva y el altiplano. Eras la curiosidad de zurdos y religiosos, de estudiosos, de turistas y filósofos. Yo en ti había encontrado la luz.

Me convertí en tu discípula, maloliente y mal parida; pero presentía el fin. Tu eterno equipaje dorsal ya no guardaba misterios pero punzaba mi nuca con la idea de verte partir. Jamás pensé partir primero. Un ángel de la guarda confirmó el pasaje que me apartaría de la perdición, del pecado de sentirse completa. Ese estado había preocupado a los que querían verme encaminada, lograda, con las palmas y las yemas lisas y las uñas pintadas. El día de nuestra despedida se saló el lago más alto del mundo; fluyeron las palabras, arrastradas por una incontenible catarata.

Rumbo al norte nuevamente, en nombre del buen nombre y del ejemplo. Doce horas de viaje en los que mis párpados se ajustaban creando una oscuridad obscena, iluminada por mi eterna vela intermitente, sujetada por un collar que se oxidaría en mi cuello; con la melodía de tu flauta en mis oídos entonando nuestro himno:

 
Recoge tus cosas y largo de aquí
en nombre de Cristo no quieras seguir.
Si nadie me acepta, ok, ya me iré;
estoy esperando que llegue mi tren.
La,la,la,la,la,la,la,...lo.

Desperté con un blanquísimo resplandor y un pálido sol del norte invierno. No tardé mucho en re-comenzar a rodar la piedra, a cortarme el pelo, a ser formal y cortés, a seguir la pretensión escolástica y a olvidar.

Pero la memoria persiste, no era solo un invento Daliano. Prueba de ello es la mágica voz que incita obstinadamente a mirarse y rescatar lo que queda de uno mismo. Cumpliendo con las exigencias de una felicidad ajena, había olvidado mi marchita hoguera. Con la esperanza del re-encuentro emprendí el viaje al sur que juré sería el último.

Retorné a este bendito Prado. Immediatamente saludé con una sonrisa a quien nunca había elogiado, pero que parecía reconocerme y darme noticias. La vejez no lo había embellecido, pero sin embargo le había dotado de un aire de dignidad. Despojado de las últimas hojas de sus buenos tiempos mostraba su narcisa desnudez. Una fresca y risueña cáscara de naranja yacía a sus pies.

Pensé entonces en los miles de zapatos sucios que habrían transitado los dos pares de metros cuadrados, otrora decorados con ónix, lápiz lázuli, esmeraldas...perfumado con jazmín y eucaliptos...templo sagrado para el santo y vagagundo espíritu. Cuántos extranjeros habían celebrado el arte y la habilidad de los artistas; cuántos nativos habían repudiado los mal paridos, mal olientes, come chicos.

La honorable municipalidad había prohibido estrictamente que el grupito de mugrientos inmigrantes ilegales tornasen el dichoso Prado, Patrimonio Nacional, en un basurero y mercado de latas y ¡Sabe Dios! qué tras substancias.

Victoriosa la corteza me miraba con ojillos sardónicos. Sentí la necesidad de dar las espaldas y para siempre partir. Pero el impulso vencedor fue el de lanzar una reverenda patata a la atrevida, inservible para siempre.

Me encuentro todavía en el mismo lugar, debajo del árbol de la ciencia, intentando evocar algo serio; reconociendo que es precisamente esa seriedad la que carcome la existencia volviéndola fría y banal. Vulnerable había regresado a la mentira cotidiana de las buenas costumbres; en ese trayecto, aliada al tiempo y a la distancia había traicionado a mi maestro, compinche y hermano Lalo.

En algun lugar de este u otros mundos puedo verte tendiendo tu templo ambulante; traficando, incrustados en metales, los polvos mágicos para la felicidad. Cuán ciegos crecemos, cuán difícil hacemos el camino a la dicha, sin cuestionarnos si no la estamos pisoteando.

La-lo bisílabo rítmico y arítmico. La melodía que convierte a la muerte en vida y a la vida en una taza de café irlandés andino. Ahhh... cuando está demasiado cargado produce un descontrolador temblor en todo el cuerpo; su amargura, debido a su vejez, produce un estruendo lagrimeo; tinto oscuro percude la blancura del marfil interno; no se lo debe tomar demasiado caliente pero nunca frío. Al quemarse la lengua uno aprende a templarlo y a beber, lentamente, el siguiente sor...bo.

Intento ahora reparar el fracturado cariño de hermanos que en el idilio de la distancia no pierden su sorpresa ni su encanto. Algún día comulgaremos nuestro capricho muy a pesar de la maldita ausencia empecinada en destruir silenciosamente lo que alguna vez compartimos. Caminaremos entonces de la mano del misterioso ácido intoxicante de nuestras vidas.

Entretanto bullen en mis oídos tus palabras:

Reconozco la tragedia amorosa de estar medio vivo y medio muerto, escrutando la simple y mortal experiencia de seguir flotando en la esperanza, de jamás perder la lila sorpresa de explotar a cada instante al susurro de ese imperecedero principio que cantando al son del amor danza y baila al desdén sublime, que sepulta la vergüenza y el óxido eterno de la vulgaridad asesina. Recorrerá este cristalino canto que el río en su paciencia infinita trasciende en su antigüedad el sopor demagógico de la antigua enseñanza. Cantemos y bailemos impregnados de esa ausencia mentirosa que morirá con el principio de una nueva tarde en el soleado esplendor de esta nueva caricia (R.E.B. "Lalo" 1992)

Recógete el pelo,
ven a la estación.
Si no me acompañas
puedes decirme adiós
(Estación-Sui Generis)
 

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LA RELEVANCIA DE EZRA
Kerensa McConnell
 
A Victorio Agüera
En una gota de agua
buscaba su voz el niño
F.G.L.
 
    Poniéndose de pie, Ezra estudiaba el lago. No tenía más de diez años, pero los ojirris estaban fruncidos y arrugados por el esfuerzo de mirar al otro lado de las mansas aguas que se habían vuelto espesas tras años de sedimentación. Decidió que ya tenía demasiados años para jugar monótonamente en las riberas con los baldes y las palas alegres; este sería el verano en que sus músculos vitales deberían llevarle al otro lado del lago. Acercándose al ritmo suave de la marea, tiró de la pretina de su taparrabo hasta que la barriga reveló la pálida señal del invierno, y permitió que el líquido le bailara lentamente y con gravedad alrededor de los delicados tobillos. Tornó la cabeza hacia el café, para buscar a su padre, y a pesar de que no le vio claramente, oyó su risa rebosada de cerveza.

     El calor le rodeaba en una sinfonía caótica y zumbadora, el staccato de los grillos y los gritos distantes de los veraneantes, pero los labios de Ezra estaban apretados, como si eliminaran la posibilidad de ser invadidos por sonidos que no estaban preparados para emitir. El chico dio unos pasos adelante, hasta que se quedó con la mitad del cuerpo delicado abismado en las aguas color café, y en ese instante recordó como, cinco años antes, su madre había salido en pleno verano con su ropa, el coche, unos cientos de dólares, y la voz de Ezra. Sacando los brazos del agua, se los levantó hasta los hombros, mirando las gotas que descendían hacia abajo del vello del antebrazo, encima del bulto de la muñeca, mas allá de las lúnulas, hasta que desaparecieron; con callada deliberación relajó las palmas de las manos sobre la superficie, dejándolas descansar en la tensión del lago. Diría, si pudiera, que a él no le importaba si tenía voz, y que su estado mudo aseguraba la posibilidad de oírse pensar, pero en realidad, el acto de hablar equivalía a compartirse con los demás, y Ezra simplemente no tenía suficiente para hacer partícipe a toda la humanidad.

     Flotando de espaldas, regresó al verano cuando aprendió los diferentes estilos de natación. Su madre se arregló el sujetador del traje de baño azul sobre un hombro ya rosado por el sol, mientras le enseñaba a bracear y respiraba laboriosamente contra el agua, que resplandecía y temblaba con cada soplo de esfuerzo. De repente, tuvo el recuerdo la memoria (o la imagen de una foto, quizá) de hacer pinitos en las orillas hacia los brazos extendidos y suaves de su madre. Los recuerdos de los pasados diez veranos venían colocados en fila, como si fueran las latas felices de un coche de novios. Fue un momento antes de darse cuenta de que el cielo se había transformado en algo caliente y empanado. Estrangulado por los sollozos sorprendentes, el lago empujaba con violencia a través de los labios, hasta que llenaba el vacío de Ezra.
 

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PREPARATIONS FOR THE WEDDING
Bárbara Mujica
 
 

It was a perfect day for a wedding. Marta had been afraid it would rain, but the clouds had lifted and the sun shone golden in a golden sky. This day had to be perfect, Marta thought, because she had waited for it a long time. They all had.

Marta sat down in front of the mirror and let Silvia run a brush through her hair. Silvia's own hair was sectioned into neat little ovals, each of which was wrapped around a pink or yellow curler. When Silvia was finished dressing Marta's hair, the two women would change places and Marta would comb out her mother.

Silvia divided Marta's thick, curly tresses into two sections, then fastened each with a rubber band. She wound one portion into a knot and secured it with bobby pins. After she had repeated the operation on the other side, she wrapped the knots with nearly invisible nets and adorned each one with tiny, pink ribbon roses. Silvia wanted Marta to look perfect.

The younger woman stood up and examined her image more closely in the mirror. The face that she saw pleased her. Silvia had pulled her daughter's dark hair into two tight moños, but had left soft waves and curls around the temples. The style emphasized Marta's huge eyes, which were brown and luminous like liquid chocolate. Marta's complexion was smooth and cinnamon colored; her lips were full; her nose, wide at the nostrils and thin at the bridge. Marta held up a hand glass and turned around to get a better look at her hairdo.

"Do you think one is higher than the other?"

Silvia stood directly behind her daughter, who was about two inches taller than she, and squinted at the miniature chignons.

"They look even to me."

"I think the right one is a little higher."

"You want me to do it over?"

"Would you mind?"

"Sit down. I'll do it over."

Silvia unwound the wire with the ribbon roses and loosened the hair net. Her fingers moved like fishes winnowing in and out of glossy black waves. Her fingers were the most agile part of her body.

"I can't believe this is happening," Marta said. Her mother was brushing out the right side of her hair.

"Neither can I. After all these years."

"I'm happy, mamá. Really happy."

Silvia stopped working and bent over to give her daughter a kiss. How lovely Marta was at twenty-two, she thought. At that age, Silvia had already had three of her five children: Evangelia, Jerónimo and Juan. The first, the girl, had cost her a lot of tears. Silvia tried not to remember.

Silvia pulled herself upright. She was a corpulent woman and she had suffered a heart attack during the past year. The doctor said she was lucky to be alive. The heart attack was the main reason Silvia had insisted that the wedding be held this summer. She wanted to make sure all was right between her family and God, just in case.

At times Silvia moved more easily, but today she was slow, her energy diminished by the endless preparations for the wedding. She had been up since dawn.

"I'm happy, mamá," Marta said again.

"I'm happy, too," said Silvia. "Enrique is a good man. Better than most."

"He's been faithful, mamá." By "faithful" Marta meant that he always came back.

"As faithful as you can expect a man to be," said Silvia.

In the San Juan de la Cruz neighborhood, a man was expected to have hearty bodily appetites. His grit was measured by his ability to fight hard, drink hard, and fuck hard--and regularly. Since a man's honor demanded that he maintain his sexual independence, both seduction and betrayal were cultivated as arts. A man who let a woman sew him up into the hem of her dress was considered to be no man at all.

"Ah," the others would say if a fellow failed to run with the rogues, "in that household, she wears the pants and he wears the skirts." Skirts and pants were the subject of endless jokes these days. On the radio, a woman minister of something or other talked of women's rights. A new day was coming, she said, when women would rise above their mundane routines and occupy important positions in every field. In the bars of San Juan de la Cruz, the men listened to the radio, raised their glasses and sneered: "¡Arriba las faldas, abajo los pantalones!"--"Up with the skirts, down with the pants!" If a man failed to double up with laughter, the snickers and taunts began. "He is not a true sanjuancruceño," someone would say. "In San Juan de la Cruz, a man drinks his liquor and shoots his pistol where he wants!"

Enrique had shot his pistol here and there, Marta knew. He worked for the telephone company and his job took him into fancy barrios where people had electricity and women wore pantyhose and lace brassieres. Enrique had surely found some inviting targets along the way and had shot his pistol into the prettiest--or most willing--of them, but he always ran out of ammunition somewhere along the road and had to make his way back home. Anyway, those little explosions were nothing compared to the dynamite stored in his own bedroom. The women of San Juan de la Cruz had their appetites, too.

In spite of Enrique's escapades, Marta and Silvia knew that he was basically a homebody. He had held his job with the telephone company for nearly ten years--although he couldn't afford a phone himself--and he didn't squander his money. He had bought the little house they all lived in, as well as a couple of pigs and goats, which he raised in the back yard. The proof of his domesticity was the fact that he was willing to get married.

Silvia was gathering her daughter's hair into a rubber band. Marta picked up a bunch of bobby pins in order to pass them one by one to Silvia. She smiled at her mother through the mirror. Marta took a pin and held it in her mouth while she worked the hair. In the reflection, the black pin looked like an extension of the tiny black mole just above Silvia's upper lip.

Marta was thinking that married or not, Enrique would have his shooting expeditions. All men were hunters--stalkers or chasers--who pursued their prey until they caught it. Some moved slowly, then sprang out and discharged their weapon in a surprise attack. Others rushed their victim, opening fire early, bombarding her, ejecting round after round until they decimated her.

"You think things will change now, mamá?"

"Change how? What do you mean, change?"

"You know."

"Of course things will change, hija. You're going away."

"But I mean Enrique. You think Enrique will change?"

"You think marriage changes a man? You know the old adage: Marriage is for women. A woman can get married. A man never does."

"I suppose you can't expect a man to give up his pleasure."

"No."

"It's enough that Enrique is agreeing to this."

"Ay, hija, don't let him fool you. He's letting everyone think we've coaxed him into it. What do you expect? His pride is at stake, ¿me entiendes? But the truth is, Enrique is the kind who craves stability. Some men sow seeds all over the countryside, but they like to come home to the same woman just the same."

Marta smiled.

"I think you're right."

In the yard, the children were playing. Marta could hear the two little girls teasing the piglets. Pigs were smart creatures. A pig would follow a child around like a dog or allow itself to be dressed in a hat and shirt and wheeled around the yard in a barrow.

Children and animals were squealing wildly. It was almost impossible to tell the girls' noises from their playmates'. Eva or she should start getting the girls ready for the ceremony, Marta thought. Probably Eva. Eva was the third and youngest of the sisters, and she had a way with the little ones. Ana and Verónica minded her far better than they minded Marta.

"You think the kids will ever forgive me for going away, mamá?"

"I don't know. I suppose they'll get used to the idea."

"You have to explain to them that I had to do it."

"They won't understand. They're too young. How can I explain to them that you went to the United States to work? What does that mean to them, the United States?"

"But after the wedding..."

"Yes, for now, let's just think about the wedding. Afterward, I'll find a way to deal with Ana and Verónica."

Silvia had finished repositioning the knot and was wrapping it with a net. The hair arrangements were the final task. Preparations for the wedding had begun long ago--nearly a year ago. During all that time the women of the Ortiz household had been perusing magazines, collecting pictures of brides, bickering about styles, measuring each other, taking apart old dresses, sewing and embroidering. They had prepared colorful ribbon flowers to decorate the bride's dress. They had made cloth flowers to adorn the house and the chapel and they had embroidered a bright blue cape for the Virgin of San Juan de la Cruz to wear during the ceremony. The Virgin, who stood at the entrance to the church, owned many dresses and capes that the families of San Juan had made her either to show their appreciation for miracles she had performed or to persuade her to intervene with God the Father on their behalf. Like the rest of the Virgin's wardrobe, the blue cape would be left at the church. Father Ulises would keep it in a special cabinet with the other church treasures and the women of San Juan de la Cruz would dress the Virgin in it for certain special occasions. Thus, the cape would be a lasting reminder of this momentous and solemn event: the wedding.

The sewing was endless. Eva had made new curtains for the sala, which served as both living and dining room. Her sister Evangelia had made cushions out of brightly colored cloth to decorate the sofa. Marta had scrubbed and refinished the floors and woven a new rug for the entrance. Silvia had embroidered a new bedspread. When it was finished, she folded it carefully, then wrapped it in newspapers and put it under the bed until after the wedding.

The men attended to the house and yard, which had undergone all kinds of improvements for the reception. Enrique and Jerónimo had repaired the roof and painted the place inside and out. Juan had rebuilt the fence that kept in the goats and pigs, a chore that needed to be performed regardless of the wedding, since the animals were forever nosing their way out.

Food preparation had gone on for weeks. There were suckling pigs and stuffed chiles, shredded chicken with rice and peas, empanadas made with spiced meat and peppers, strips of beef covered with a rich red sauce, rice and black beans cooked with onions and bacon, corn tortillas and wheat tortillas, salads of avocados, tomatoes, olives and onions, fried plantains and bread pudding, egg custards and dishes of fruits and nuts, beer and punch and strong, homemade whiskeys. And, of course, the cake. The whole neighborhood would be there, as well as relatives who had come in from the country. Each guest would bring some special dish to add to the fare. Preserving the food until the appointed day was a problem in a community without electricity or refrigeration. Salads, custards, and meat dishes had had to be prepared at the last minute, forcing the women into marathon cooking in the final days before the wedding. The whole barrio was involved. In San Juan de la Cruz, a wedding was a phenomenon.

Silvia was putting the finishing touches on Marta's hairdo.

"When I was your age," she said, "there was no one to fuss with my hair."

"I know, mamá."

When Silvia Ortiz turned twenty-two years old, she had already known several men, but she had never been to a wedding.

People said that Silvia's mother--Marta's grandmother--was from a town on the coast. Her name was Ana Vilma Ortiz and she had gone to Reina de las Virtudes, a village at the foot of the sierra, to visit some relatives. Inocencio Banderas was not a particularly handsome or clever man, but he had a mole just above his upper lip that caught Vilma's eye. Inocencio lived with a woman named Gloria, who waited tables at the only Chinese restaurant within miles. While Gloria carried plates of fried rice from the fly-ridden kitchen to the dusty dining room, Inocencio showed the newcomer the sights. By the time Vilma left, she must have been about three months along, because before the year was out, she had returned to Virtudes with a baby in her arms. She said it was Inocencio's and it probably was, because it looked just like him. It even had a tiny mole a centimeter or two above its tiny lip. Inocencio gave Ana Vilma some money and she left for the coast again, taking her baby with her. Inocencio probably thought he was done with it, but three or four years later, Ana Vilma returned with a little girl. She left her on Inocencio's step and instructed her to tell anyone who came by that she was the daughter of Inocencio Banderas Vargas and that he was going to take care of her.

"If they don't believe you," said Ana Vilma, "show them the mole."

Gloria got home that night before Inocencio did. When Silvia relayed her mother's message, Gloria picked up a wicker chair and slammed it against the wall. It didn't make much of a noise, so she walked across the room, grabbed a ceramic pot off the stove and smashed it against the stucco while Silvia looked on wide-eyed. Gloria grabbed Silvia by a braid and slapped her across the face, then went outside to the toilet to sulk. She was gone more than an hour. In the meantime, Inocencio returned. Together, father and daughter awaited Gloria. Inocencio did not look perturbed. He picked up the pieces of the pot that Gloria had broken and wrapped them in a newspaper. Silvia started to cry but Inocencio just shrugged. Gloria would soon see the advantage of having a willing little girl with a sturdy pair of arms around the house, he thought. Her own girls, Birsa and Leonida, weren't lazy, but there was work to do around the house and the newcomer would be able to help. Besides, Leonida was already sixteen and would soon be off on her own, and even Birsa, who was only a child, was already looking at the boys. Inocencio was right. By the time Gloria came back into the house, she had already decided to let Silvia stay.

Gloria was not affectionate, even with her own children, and with Silvia she was downright cold. Yet, as the years went by, the girl sensed that on the inside Gloria was as soft as white bread. She was the kind of woman whose crust had hardened to the point that it masked the inner goodness. Silvia was grateful to Gloria for the home she provided. A decade later, when Gloria went blind from diabetes, Silvia was the only one of the children who was willing to return home to care for her. By that time, Silvia was fourteen and had a child of her own.

Silvia had not tumbled in the fields with a teenage Tenorio the way her older step-sister Birsa had. Silvia's baby had less joyous origins.

When the girl was about twelve, Inocencio heard that Doña Felicia, the wife of an important landowner in the area, was looking for a nanny to take care of her newborn. Inocencio asked his friend Fabio, who worked for Doña Felicia's husband, to see if he could get Silvia the job. In a few days, Fabio reported that Doña Felicia had already taken another woman for the position, but needed an extra laundress. Inocencio sent his daughter to talk to the landholder's wife.

Silvia worked for Doña Felicia a very short time. The day after she began her duties, a mechanic who had come to fix some farm machinery cornered her on the path to the well. Silvia never registered a clear image of his face, but the stench of alcohol and sweat and semen, the smart of his grimy nails in her flesh, the ugly blast of laughter in her ear when she cried for help--these were as vivid in her mind today, the day of the wedding, as at the moment she had lived them. Silvia did not know she had been raped. She knew only that she bled from some internal wound deep in her body and that the pain was excruciating. The chief laundress found her lying in her blood, whimpering like a frightened cub. She took her back to the house and bathed her, and told her not to tell anyone what had happened. There was nothing to worry about, she said. Such encounters were unpleasant but they never left girls with babies.

The laundress was wrong. Nine and a half months later, Silvia gave birth to a little girl, whom she named Evangelia.

"It's important for a woman to get married, mamá. It makes her... special."

Silvia sighed. It had never occurred to her to seek out Evangelia's father. Certainly, she had no thought of marrying him or even of asking him for money. To her, he was nothing more than a shadow. It was as though her first child had been born of a spirit. That is why she named her Evangelia. Through the baby, Silvia thought, God was announcing to her a gloomy destiny.

Actually, her life had not turned out so bad. Today, after all, they were celebrating a wedding.

"I can't remember the last time someone got married in this neighborhood," Silvia said to Marta.

"Tina Morales, don't you remember? She married Carmino Soto."

"That's right, but they didn't have their wedding here. They went out to Chihualca, where his people live. Then they came back to get all her things and they moved for good. Carmino's family had a piece of land over in the eastern provinces. Not much, an acre or two. They grew cashews and I don't know what else. They had some animals, too."

"I hear they lost a lot of their livestock. Tina's sister Lalia told me."

"The fever?"

"The soldiers. First the government troops come by and want a calf, and if you don't give it to them, they call you a communist and shoot you. Then the guerrillas come by and want a goat, and it's the same story. Before you know it, your farm is gone. Even the land is gone, because you keep selling off pieces to buy more animals and one fine day you have no more parcels to sell off and no more animals. You were right to leave Virtudes, mamá. If you had stayed, your life would have been awful. If you hadn't left the country and come to San Juan de la Cruz, we'd never be celebrating this wedding."

"They'll probably come back here some day, Tina and Carmino."

"Lalia says that Tina is sorry that she ever married, because now she wants to pick up and come home, and she can't."

"So, why is it better for a woman to be married? Maybe it is better for a woman to be free, so that if a man doesn't take care of her the way he is supposed to, she can pack up her belongings and her children and go back to her mother. The way you did, Marta."

"I would have married Puro, mamá."

"Ay, m'hijita, you are foolish. The day you became pregnant with Verónica, your boyfriend Puro took all the money that you earned ironing clothes for Doña Amarilis and left San Juan de la Cruz forever. Maybe he went into the Army, who knows."

"Or to the States."

"If he went to the United States, I hope you don't see him there. He'll ruin your life all over again."

"I really loved him, mamá."

"You loved him, yes. You loved Manolo, too. But a man changes after he makes a baby. Manolo didn't like it that you had to stay home to take care of little Ana, that you didn't have energy to go partying and drinking with him. He didn't want to be second in your life; he wanted to be first. That's why he got mean."

"I didn't love Manolo, mamá. How could I love him? He beat me."

"He beat you after you had your baby. Before Ana was born, you said that you loved him. Even when I told you he was no good for you, that he had left Lucy Mendoza with a baby and a broken rib, you said you loved him more than anything in the world. Ay, m'ijita, what a short memory you have. That's what happens to girls around here. In that sense, the barrio is no better than the countryside. A girl is twelve or thirteen and she takes up with a boy because he is handsome, because he has a little money, or he is a good fighter or a good drinker. He makes promises. A girl knows nothing of life at that age. But she knows she can attract a man and that makes her feel important. He tells her she is pretty. That's all the girls want to hear, that they are the prettiest in the neighborhood. They never think of the future. They want to prove that they are women, just as the boys want to show that they are men. But who suffers in the end? The girl! Before she knows it, her belly is full and the boy has taken off for the Army or the guerrillas or the United States."

"And you, mamá? Were you any different? You had three children before you met papá. Three kids and all alone with no place to go. Because after Gloria died, you had nothing in Virtudes. Inocencio had already gone to California to work. At least I only had two babies, and I did have a home to come back to--with a mother."

If Marta's words offended Silvia, the older woman revealed nothing.

"You know it wasn't the same, m'hijita. I didn't take up with some neighborhood guapetón. I was working for Doña María Elena de Valbuena in Santo Tomás. You know... they had a big ranch in Santo Tomás. Her son took a fancy to me. You've heard the story a million times. He gave me a lot of presents--a gold cross, a bracelet. I still have them. I was going to sell them and then I thought no, someday I may need the money more than I do now. He was very generous. He even promised to build me a house in Virtudes, can you imagine, hijita? And then I got pregnant with Jerónimo and all the pretty butterflies flew off into the breeze. Doña María Elena gave me some money and sent me back to Virtudes to have my baby. After a while she called for me. She told me to leave Jerónimo with Gloria and come and work for her again. But I said no. Gloria was blind. How could she take care of a baby? That's when I decided to came to the city."

"And in the city you met my father."

"Ay, Marta, what a man he was, your father. Alejandro Zapata. A handsome guy. He had eyes like emeralds. The only time I had a boyfriend with green eyes... And he had a smile that could light up the night."

"But he drank too much."

"Yes, he drank too much. That's why he got into that fight. He was drunk and sputtering out words that... God, he didn't know what he was saying... But the other guy had a short fuse... the guy he was playing cards with... and he didn't like what Alejandro was saying... the way Alejandro was cutting him down... So he pulled out a knife and looked right at him. He got up close to him and looked at him with a kind of mean squint... like this."

Silvia squinted into the mirror.

"He was going to show everybody that he had a blade that was as sharp as Alejandro's tongue..."

"Don't describe the scene."

"It was awful. God, it was awful."

"I know..."

"A month later you were born. Then I had three."

Marta sighed.

"The men in this neighborhood are no good," she said finally.

"All men are the same. Enrique is better than most."

"He is more responsible."

"He has been a good father to other men's children." Silvia put down the comb. "Do you want to do my hair now or shall I do your sisters'?"

"Do theirs. I'll do yours last of all--just before we leave for the church."

Marta went into the kitchen, where Eva and Evangelia were spreading snow-white icing over a huge wedding cake.

"Mamá wants to do your hair now," Marta announced.

"Not yet," said Evangelia. "I want to put the flowers on the cake. Look, a row of blue ones here and pink ones here and here, and little tiny white ones all along the side."

"What about you, Eva?"

"I have to give Verónica and Ana their bath."

"I can do that."

"I promised them that I'd do it. Do mamá's hair now."

"I thought that she should be last."

"What difference does it make? Do it now. By the time you finish, I'll be ready."

Marta went back into the bedroom.

"Sit down," she said to her mother. "It's your turn."

"Where's Eva?"

"She's giving the children their bath. It's better that they get used to her. I'm happy that they love her more than me. Really, mamá. It makes it easier for me to go."

Silvia settled onto the wicker chair and Marta began to pick the curlers out of her hair. Marta's face was splotchy and her eyes, red, but she held back the tears.

"I feel so bad, mamá."

"What's to be done? You've decided to go, and that's that. Don't cry now. You'll ruin your make-up."

"I haven't had the courage to tell them. Sneaking out in the middle of the night without a word... What will they say when they wake up the next morning and discover that their mother is gone?"

"So tell them today."

"I can't do it, mamá. Not before the wedding."

"There's no afterwards."

"I know, mamá."

"They'll get over it."

"When I start sending money, they'll understand that I did it for them--so that they can have a better life!"

"Children don't see things that way. All they'll see is that their mother abandoned them. Believe me, I know. My mother walked out on me. But anyhow, they'll survive."

"Don't say that, mamá. They'll be happy here with you and Evangelia and Eva. Eva takes better care of them than I do."

"You're their mother, Marta."

Marta bit her lip and continued to unwind the rollers.

"It's better to be married," she said with a sigh. "When you're married, you can hold your head up high. That's what I want: to hold my head up high. A married woman is treated with consideration."

"I suppose."

"You suppose?"

"No, m'hijita, of course you're right. It's just that... I can hardly believe it. I never thought it would happen."

"When you're married, you're somebody. It gives you importance. You're la señora de García or la señora de Díaz. You're not just some woman from the barrio. You're a married lady."

Most of the women from the barrio would have agreed. Few of them were married, but most of them longed to be. Like thousands of other slum neighborhoods, San Juan de la Cruz fostered informal relationships. Often these were permanent. A woman might try a few partners before she set up housekeeping, but once she did settle down, she was likely to stay with one man for as long as he would have her. There were men and women who had been together for fifty years without the benefit of the priest's blessing. Weddings were expensive and men resisted formal bonds, so no matter how much Father Ulises ranted during Mass, the majority of the couples remained unmarried.

It was no scandal to be conceived out of wedlock in San Juan de la Cruz, where ninety percent of the babies were born to unmarried parents and the term "illegitimate child" had no meaning. Father Ulises baptized the newborns and prayed that someday their parents would marry. Most of them never did, and considered themselves to be good Catholics anyway. After all, wasn't God forgiving? Didn't the Virgin understand that a woman was man's prey and a victim of her own passions? In San Juan de la Cruz, men and women alike accepted the world as they found it. People were imperfect, just the way God made them, so what was there to feel guilty about?

And yet, most of the women of San Juan de la Cruz would have liked to be known as señora de something. There was a prestige attached to the wedding band. With marriage came a new social identity. Married women were in a class of their own; they were treated with a respect reserved for those who were... well... respectable.

And now, after so many years, one of the Ortiz women was going to be married.

Silvia was in her late forties, but her hair was still ebony, without a trace of grey. It was her only remaining remnant of her youth. Her bulky body had begun to spread when she was still in her twenties and she was now a paunchy, weary woman whose stolid air reflected years of raising children and toiling in other women's homes. Like other cruceñas, she wore make-up for special occasions, but had no notion of skin care. Wrinkles and dryness gave her a weather-beaten look. Her hair was the only reminder of the comely girl she had been. She wore it shoulder- length. Marta combed it into soft waves.

The dresses were hanging on plastic hangers over the door. The white one was adorned with the tiny ribbon flowers that Eva and Evangelia had made. The others were pink, with lace and ruffles sewn down the bodices.

Marta laughed softly. "I don't know if white is really appropriate, given the circumstances."

"What difference does it make? What does God care? You think God cares about the color of a woman's dress? God has other things to worry about."

"You're right, mamá. A bride can wear whatever she wants. It's her day."

Marta's sisters had finished decorating the cake and bathing the children. Verónica and Ana were scampering around in their frilly pastel party dresses.

"Stop that," ordered Marta. "You'll get dirty!" And then she looked away, because her eyes had filled with tears and the stone in her throat was so spiked and painful that she could not swallow.

Evangelia sat down in the wicker chair and Silvia began to run a comb through her thick, black hair. Marta slipped off her dress and took one of the gowns down off its hanger. Eva undid one of Verónica's braids, which had become loose, and began to rework it.

"I can't believe this is really happening," Eva said. "I can't believe this is really the day."

"Me either." Marta's voice was husky and low. She was fighting hard to hold back the tears. She ran her fingers over the pink skirt as if it were wrinkled, in order to keep her hand from trembling. By this time tomorrow, she would have joined up with the coyote taking a group to the United States. There would be a huge celebration after the wedding Mass--dancing, eating, singing, drinking. Before it was over, she would be gone. She wondered what her little daughters would say when they realized what she had done. She had to leave, she told herself. It was the only way. There was nothing for her here in San Juan de la Cruz. The girls would be safe enough with Silvia. But--this was the question that gnawed at her gut--would they ever forgive her?

"Where's Enrique?" asked Eva.

"With Jerónimo and Juan," Evangelia said. "They're all getting ready over at Roberto Roibal's house. Don't you know it's bad luck for the groom to see the bride?"

Silvia laughed. "As if the groom had never seen the bride!"

Eva kissed her mother on the cheek.

"It's a tradition, mamá."

At last they were dressed and ready. Silvia looked at her daughters and granddaughters. "You are beautiful," she said simply.

In the sala, relatives and neighbors had gathered to accompany the four women and two girls to the church. They walked in a cluster down the dusty street, picking up guests along the way.

Once inside the chapel, the bride and her attendants took their places. Silvia was calm and radiant.

When Manuela Rodríguez began to play the wedding march on the rickety piano, Silvia advanced down the aisle slowly, heavily. She was a corpulent woman. Barrio life had taken its toll, and, in spite of her perfectly black hair, Silvia looked older than her years. Yet, for a woman of nearly fifty who had borne and raised five children, she made a lovely bride.

Marta smiled through her tears. This was Silvia's moment. Silvia had been with Enrique over twenty years. Like the other women of San Juan de la Cruz, she had matured early and had been swept into the sexual whirlwind before she had reached her teens. A man had raped her. A landowner's son had seduced her. A green-eyed rake had taken up with her in the city, then got himself killed in a brawl. Of her three daughters and two sons, Enrique had engendered only the two youngest--Eva and Juan. And yet, he had raised them all as if they had been his own, and each and every one of them called him papá. He had been a good father to other men's children. And he had stayed.

By tomorrow Marta would be on her way to the United States, following a coyote up through Mexico and to the border, where he would sneak her and twenty others into Texas and then put her on a plane to Washington, D.C. They said it was harder now that the U.S. government had increased the border patrol, but the coyote guaranteed that he would get them through. Marta would be beginning a new life. Maybe someday she would be able to send for her little girls. At any rate, she would be leaving them behind with her mother, a respectable señora, the envy of the neighborhood.
 


 
 
LA INQUILINA Y LA PROPIETARIA
Esther Nuño de la Rosa
 
 

Los recuerdos de aquel místico momento de su vida están desvaídos por el paso inevitable del enemigo de la carne: el tiempo. Sin saber ni cómo ni por qué, fue convidada a la gran experiencia a la que inevitablemente todos hemos sido llamados. Se convirtió en inquilina del más íntimo y recóndito apartamento. No conocía a la propietaria, pero, al parecer, el acuerdo entre los dioses y aquélla era que una pequeña inquilina tuviera un lugar donde vivir en el que todas sus necesidades estuvieran cubiertas.

El apartamento era angosto, pero le pareció que había sido construido a su medida. Se encontró sumergida en un espacio lleno de nuevas sensaciones. Por aquel entonces las estrellas de su rostro todavía no distinguían con claridad, pero la sensación que percibía era la de una inmersión hacia el fondo de la zona abismal de un océano, que curiosamente, no era fría. No había luz, pero sentía la relajación que produce el contacto del cuerpo con el agua cálida. Vivía en lo que podría llamarse una burbuja acuática desde la cual distinguía un enmadejado mundo de lianas colgantes pobladoras de lo que parecía una selva interna.

A pesar de que no gozaba de la percepción visual completa, tenía desarrollado el oído y el olfato. Todo aquel nuevo mundo le parecía un extraño laberinto lleno de olores y ruidos inexplorados. Comenzó a percibir todo tipo de lo que ahora conoce como sonidos y confiesa que al principió sintió temor. Poco a poco fue acostumbrándose a todos esos nuevos sonidos. El sonitam tam de un pequeño tamborcillo siempre fiel a su ritmo.

Un día, o quién sabe si quizás fue una noche, escuchó por primera vez la Voz. Parecía que aquella Voz había sido creada para acariciar sus oídos. Se sintió entonces tan seducida que estaba deseosa de volver a escucharla. Llegó a convertirse en una pequeña experta en aquella Voz. De esta manera descubrió las tonalidades y pinceladas que formaban la carcajada, la risa , el grito y el llanto. Mas, quizás, el sonido por el que sintió pasión era el del canto de aquella Voz .

Al igual que con los sonidos, comenzó el descubrimiento de los olores.¡Qué cantidad de olores por descubrir! Olores calientes y humeantes como el de la leña recién quemada, olores penetrantes como los de los pucheros en la brasa, olores seductores como los de los perfumes de rosas no deshojadas, olores fríos como los de la tierra mojada. De entre todos ellos había un olor íntimo y único: el olor de la propietaria. Era un olor de piel fresca, de la mar en la madrugada, olor de tierra recién bañada que de nuevo le parecieron creados para acariciarla.

Así, la estancia en aquel apartamento podría decirse que fue como el navegar de un pequeño velero sobre un lago cálido a cuyas espaldas se encontraba el dios de los vientos soplando suavemente para que el velero, no sólo surcara acariciando las aguas, sino para que gozara de ese irrepetible momento.

Se fue familiarizando tanto con las pequeñas paredes móviles, con sus olores varios, con los sonidos únicos e incluso con la ligera oscuridad que arrullaba su vida, que sintió amor por todo aquel diminuto espacio que conformaba su lar. Llegó a ser tal la comunión con el pequeño apartamento que ya no podía imaginar su vida en otro ámbito.

La propietaria le había hecho el mejor de los regalos al haber aceptado compartir ese íntimo e inigualable espacio. Podría decirse que tal vez hubiera gentes que conociesen a la propietaria por fuera pero ella gozaba del privilegio extraordinario de conocerla desde lo mas íntimo. ¿Acaso alguien podía escuchar el silencio de sus pensamientos? ¿Acaso algún otro ser llegó a sentir y amar los movimientos de su alma? La unión sería eterna. A pesar de que fuese roto el lazo que las unía nadie podría nunca romper la unión de sus almas.

Un día, sin saber ni cómo ni por qué, las paredes de su mundo comenzaron a moverse de una manera extraña llegando a aplastarla. ¿ Qué estaba sucediendo? ¿Por qué no acudía la propietaria a rescatarla de este terrible holocausto ? Vertiginosamente, comenzó a percibir sensaciones nuevas y oscuras. Su respirar se iba acortando, las paredes la oprimían, los movimientos eran tan intensos que creyó imposible el poder soportarlos. ¿A dónde iría y por qué? ¿Sería tal vez un nuevo acuerdo de los dioses? Se preguntaba casi iniciando el preludio de lo que sería un llanto. Su burbuja acuática acababa de romperse. Su adorado líquido también la abandonaba. Pudo darse cuenta en ese caótico momento que los aplastantes movimientos también seguían un ritmo. El proceso parecía eterno. Escuchaba sonidos nuevos: ¡Ay.......!. ¿Qué le estaría sucediendo a la amada propietaria? Le preguntaba a su pequeño laberinto o cerebro que no hallaba respuesta para todos estos sucesos.

En un instante de reflexión, se dio cuenta de que hasta en estos angustiosos momentos la propietaria y ella navegaban juntas, no ya por un calmado lago sino por un caudaloso y rápido río que habría de llevarlas a unas tremendas cataratas volando desde lo más alto para bajar de nuevo a las aguas calmas. Otro ¡Ay......! Cuán terrible era el lamento de la propietaria. ¿Sentiría ella el mismo angustioso proceso? ¿Conocería acaso ella el desnudo sufrimiento de la pequeña inquilina? Ya no podía soportar la inquilina por más tiempo cuando comenzó a sentir la presencia de un nuevo y viscoso líquido que le cubría todo su cuerpo y en este momento añoró el líquido de su maravillosa burbuja acuática. El nuevo líquido tenía un olor caliente que parecía querer penetrarla .

Todo aquello parecía no tener fin consiguiendo producir en la inquilina un efecto altamente angustioso y a la vez nostálgico. Todo era ya pasado. Todo era ya recuerdo. En esos desesperados momentos apareció la barrera más dura que le impedía, a pesar de la presión de las paredes, moverse hacia ningún lado.

Su final - aunque ella no conocía de principios ni de finales- llegaba. Sintió algo indescriptible: un empujón alado, la erupción incontenible de un volcán enojado, el viento soplando atormentado. Y de repente, el salto, el traspasar esa terrible barrera, para de repente gozar de una libertad inmensa .

El trance más doloroso llegó cuando sintió un terrible arañazo en sus entrañas: la ruptura del lazo de intimidad con la propietaria. Ya no existían paredes ni barreras. Las estrellas de su pequeño rostro estaban deslumbradas ante la brillantez y la albura de su nueva morada. Momento único, alegría inmensa al gozar de esta nueva sensación y a la vez eterna tristeza tras el abandono de su morada tierna.

Pensando que todo era un sueño, sintió la cautivadora presencia de ese olor tan conocido y , como si de un milagro se tratase, escuchó la Voz tan amada que la acariciaba, y ya sin poder soportarlo comenzó el Llanto.

Años mas tarde, la propietaria le explicaría a su inquilina que el nacer y el morir son procesos similares. En ambos casos se trata del cambio de una pequeña morada a otra mas grande en la que se descubre la radiante belleza de ese mirar de frente a la Vida.
 
 


 


 
 
REY DE HOMBRES
Enrique Sozzi
 
 

Heredó de su padre la maldición. Vino latente en el privilegio de un gran poder y opulencia, como la semilla en el fruto. Renunciar no era posible porque él había sido semilla de esa estirpe que ahora lo obligaba a ser fruto. Pero con determinación y entereza lo aceptaba, las mismas con que contendía para hacer de su mando sobre los hombres un Ahora ininterrumpido. Y el Tiempo, suelo del Destino, daba de lo que le sobra al eterno necesitado, el Ahora. Aquilató tesoros como aquilata un fruto la luz del sol. Días de oro tuvo, preciosas vetas de inmortalidad, sobre las que cinceló su estilo personal para grabar, sobre la inalterable esencia del oro, una engañosa perpetuación de sí mismo. "¡Necio! ¿Acaso crece la semilla en el oro?" -proferían con desprecio los dioses. Tan poderoso llegó a ser que fue azote y exterminio de todo un pueblo, borró una raza de la historia. Ese triunfo marcó la culminación de su crecimiento. Troya le había dado su mejor veta. Y aunque intimidaba como el de un dios su poder, porque era, en efecto, la imagen humana de una terrible voluntad divina, sus días se fueron acortando. El fruto había llegado a su dehiscencia. El Destino se recreaba. Pero él, en los vértigos de la gloria y la fatiga del guerrero triunfador, no lo advirtió; sólo tuvo memoria para su propio nombre, al que los helenos celebraban como uno ya inmortal. Empero, de súbito, le entró la Muerte, extemporánea. Llegó a él por la puerta que lo hace a todos, sin que ninguna precaución pueda impedirlo; es su legítima entrada, aunque es la puerta que crea, y deja abierta tras sí, la vida: Carne.

El humus, o circunstancia, que describe el suceso de su muerte, narra que envuelto en acechanzas, atrapado en una red, durante un baño, acuchillado como un animal, a manos de mujer, murió Agamenón, rey de hombres. Y la semilla que había portado, comenzó, en ese preciso instante, a germinar en el Tiempo-suelo, a recrearse en otro Destino.
 


 
BANQUETE
Luis Alberto Ambroggio
 
 

Porque devoro el perfume que despliegas
hasta la hendidura de mis ojos,
y me ahogo en el follaje de tus jugos volcánicos;

Porque me envuelves con tu deseo húmedo, tu calor,
y mi gula se enrosca en tu cuerpo,
hundida en la embriaguez de tus gritos y contornos;

Porque mas allá de tí abro un cielo, poeta y musa,
y los labios se engolosinan de nuestro zumo,
blancura sedosa de vertiente que repica en tu valle iluminado;

Porque brindo con gotas vivas en tus muslos,
con mi cuerpo que te baila, con tu cuerpo que me canta,
enarbolando jinetes de placeres ungidos;

Porque somos de este manjar los únicos invitados,
dioses desnudos libando ecos
en una mesa tendida con llamas, lenguas de una misma gula.

Por el menú de secretos deliciosos, de horas llenas
de ombligos marinados en deseo y cuyos comensales somos
al respirar alegremente los recuerdos.

                                                                   R.S.V.P.
 


 
 
VEJEZ
Luis Alberto Ambroggio
 

Ya no cuento los años
sino el tiempo, las épocas fugitivas
para encarcelar de una vez por todas
                       las cenizas,
desnudar el aire de mi presencia,
contar la historia de amor
                        como ave de otra estación,
vestir la nostalgia del futuro que fuera,
                        así me encuentran vivo
                        en el jardín de los vientos.

La rapidez y lentitud se conjugan
                        como en un rito de enamorados
                        que hace del tiempo una eternidad suicida
                        y el tiempo de ese tiempo
                        una boda celebrada al infinito.

Soy el que fui y el que seré contra la muerte
ahora sin el teñido de instantes inconclusos.
 


 
LA G, LA N Y LA P DE MI ABC
Luis Correa Díaz
 
 

Repito a Pedro Gómez Valderrama

Sobre el blanco foso del silencio
el poeta detuvo el vuelo de su mano
emplumada, dejó caer dos lágrimas

negras que allá abajo en palomas
se volvieron, así nació el poema

 
Repito a Pablo Neruda

Cuando yo me muera quiero que
me entierres en tu cuerpo
quiero para los dos esa @ventura

digo que tu amor lo hará
sin temer y en silencio

 
Repito a Cristina Peri Rossi

Exacto y nunca mejor dicho
bárbara la lengua y babélica
desde entre las piernas hablo

nada de disciplinas, soy
eso, un hereje ebrio de fe
 
 


 
SOBRE EL ECO DE TU NOMBRE
Mayamérica Cortez
 
 

Porque somos
aunque no lo sepamos.
Porque un constante afán
en pos del amor nos lleva.
Porque sin evitarlo Te llamo
y aún más inevitable
es amarte en silencio y soledad.

Porque ausente de Tí
el pecho es río que te abarca
y porque el llanto es canción
que rueda lenta por el boulevard
y se va la pupila
tras el viento y
sobre el eco de Tu Nombre.

El eco porque ya no se cómo nombrarte
cómo decir las sílabas
que mi corazón abrasa
porque Tú, tan sólo Tú mis horas conduces
y las llevas al inicio de toda la melodía.
Porque somos !Aunque no lo sepamos!
 


 


 
 
LA AMANTE
Mayamérica Cortez
 
 

Vienes
de los edenes ancestrales de mis ensueños
Amiga inviolabe
de páginas prohibidas.

Vienes
turbulenta y hermosa
amante rescatada
de mis cuatro esquinas carcomidas.

Y yo te recibo
ávidamente
voraz de tu aliento
para incendiar mis labios
con tu expresión viva.

!Ah, mi hermosa complaciente!
La ausente de velada sonrisa,
la que en los confines del destierro
supo esperar mi melancolía.

¿Cuántas noches
de estrellas blancas me guardaste
cuando en las estepas del olvido
quedé soportando
la aridez de la palabra?

!Ah, mi amorosa amiga de ojos ignotos
y la sonrisa de esfinge!
Durante estos largos inviernos enmohecidos
no supe entender
tu ternura silenciosa
ni tu huella única y constante
en las arenas de mi océano.

!Pero ahora has vuelto!
!Imprevista!
con tus pies de plata
marcando de gozo infinito
las vértebras de mi verso.
Y has venido para quedarte.
!Ah, dicha transparente de oropéndola
suspendida en el vértice de mi nombre!

Sí, déjame poseerte.
Déjame ser vertiente
en la hondonada de tu dulzura.
Déjame ser llaga deleitosa para habitarte.
                       Poeta soy
que preñara de versos tu nombre,
                       !Oh, Poesía!
 


 
 
PLAGIO
Alexis Gómez Rosa
 

                                                                                                          A todas mis hermanas

Me acabo de reír de cuajo se me sale mi madre,
                      por los cuatro costados del cuerpo.
Con la cabeza, las tripas, el corazón me estoy riendo
y a nadie le debo el desparpajo.
Nunca he sido tan Altagracia como hoy padre
                       da olvido, desplumándome por el barrio
(157 Street and Broadway), ejecuta un ronco saxofón
venéreas nocharniego, pero esta risa madre?

Pin pun la mueca, el estallido, el punto de remate
con que me cierro a una, traigo de ti una sombra
                       intermediaria de comunicación tierra y cielo.
(Para los nacidos bajo el signo de Virgo: te favorece
el No. 14, el 26,
                        y "cuídate de esa mujer de piel trigueña".

Con tus ojos lo verás con tus manos.
Descaminar la risa, avance quilombos, tragaespaldas
                       miserable,
y mamá rodando al piso. (Versión original: "y al
unísono mamá, rodando abajo es que me orino").

Cacofonía de la calle (pero cacofonía física),
que termina en una bandeja de fiambre con galletas
                      de soda.
Dándome contra el imbécil bribón que me camina
(altagraciano), con los buches repletos de comida.
 


 
 
DICEN LAS MALAS LENGUAS QUE SOY
Alexis Gómez Rosa
 
 

                                                                                                           A Cayo Claudio Espinal

Poeta: eso dicen las malas lenguas que soy: un decir
              parásito al coro.
Argamasa de música y letras con todos los sentidos,
haciéndole la vida imposible a los buceadores de sueños,
               a los enamorados que, en los palcos
de la luna, les desenrollo la lengua y la sacudo.

Bah, dizque poeta, y no poder empinarme en tus palabras
              para echar florecitas a ese amor que me dieron
en préstamo.
               Ni tampoco llevar, con legítimo orgullo
y sacerdotal desasosiego, el matrimonio de dos cuerpos
por mi poesía.
             Error de la benevolencia (¿de cálculo?),
seguro que error de apreciación:
              grave, muy grave, en el saludo rotundo que circula
(amantísimo),
              lirismo del viento de Long Island.
(Para corazones de capa y espada,
              una tonadilla de niebla y alcanfor).
 


 
 
INCONCLUSO
Consuelo Hernández
 
 
 

Por este sonido de caminar sobre la arena
que en mi oído se desliza
por el nomito dueño de este árbol
en el que reposo mis cansancios
por la gente que indiferente marcha
hacia una soledad más grande
por los coches que ruedan
entre el desparpajo del ambiente
por la sombras que se alargan
hasta tocar mi figura fugitiva...

Por esta plazoleta
por la espera en que me pierdo
por este poema
que no sé a dónde irá
por la música que llega
hasta mi corazón a nombrarte...
 


 
 
IN THE STONECUTTER'S WORKSHOP
Carolyn Kreiter-Foronda
 
 

Caught in a whirlwind, the animals feel
the stonecutter's hands twist and twirl

to shape their ears, legs, their dapple
faces. On the finishing table, an armadillo

spins, its armored back a charango, its ears
cocked to hear the strumming rise out of

its own body. The maker picks up a jagged
piece of tourmaline, carves a crocodile

swishing a monstrous tail, notched seven
times to tally the victims. Crystal

becomes a condor, wings glistening
with light, from the great bird's heart.

Quickly, the cutter moves his hands: rabbit, duck,
bear, squirrel growing out of weary stones, broken-

down, dim-colored stones, victims of miners' picks
and axes, of the Stone God who in the beginning

abandoned these difficult stones. The creator
turns an amethyst over and over in his palm

until a tree frog leaps from a lavender forest.
At daybreak when his wife calls him to bed,

his animals awake. Wearing a cloak of gemdust,
he ascends the stairs with the air of Merlin.
 


 
 
CUANDO ME VAYA
Luis Larios Vendrell
 

Cuando me vaya,
que ya me he ido,
¿quién cantará mi amor,
entre nogales, al viento?

Ya no quiero ser río,
donde la barca sin remos,
va navegando a solas,
por veredas sin fin.

Quiero ser faro,
o mejor: capitán de navío
que boga,
pregonando su tristeza,
por las llanuras del destino
y no encuentra aún
el río que desemboca
en tu mar, en tu cuerpo,
sin escollos, con tus ojos,
en la huerta alegre de tu vida.
 


 


 
 
NOSOTROS
Luis Larios Vendrell
 
 

¿Qué importa que nuestros cuerpos
no se unan en la noche eterna,
y no sienta correr entre mis piernas,
tu sangre de mujer?

Me he ido consumiendo lentamente
en el azul de tus ojos,
alcanzando aquella rosa distante -
¿te acuerdas? -
que un día tú me mostraste.

He vivido la experiencia
de enervantes sonidos,
que me llevaron - como tú lo hiciste -
a sitios desconocidos,
a parajes sin fronteras.

He sufrido tu ausencia,
!tan frecuente!
Y he sonreído a tu regreso.

Cuando me alejo de tu lado,
siento la tristeza de un niño
perdido en un mercado,
agarrando entre sus temblorosas manos,
la rosa que tú le diste.
 
 
 



 
CUAN PRESTO
Esther Nuño de la Rosa
                                           A José, mi sombra

 
Cuan presto el que dícese amigo
torna la espalda a tu cara.
Cuan presto se marcha el hoy
para dar paso al mañana.
Cuan presto todo se muda
cuan presto todo se acaba.
Recordar parece eterno
mas, todo fuego se apaga
y, toda hora se marcha
dando paso quizás al todo
o, quien sabe si a la nada.
 


 



 
COMO HOJA TRAS DEL VIENTO
Esther Nuño de la Rosa

 

Como hoja tras del viento
nuestro tiempo.
Como hoja tras del viento
te seguí.
Como hoja tras del viento
yo te quise.
Como hoja tras del viento
te viví.
 


 
 
THE CHRISTMAS WIND
Lilian Pérez
 
 

A brisk wind of Christmas swept you breath away
leaving behind you child like body in a lonesome room,
inundated by my sorrow and the regrets of many others,
You surrendered to the light, gently initiating your flight.

It is Christmas Eve my dear friend, and we are alone,
alone with my rage and indignation.
Your body fights for air and I struggle to contain my tears
and my desire to see your spirit soar freely.
I gently caress you feeble arms and blueish fingers,
I touch you thinning hair while wondering if you can feel my sorrow.
I long to see you free of the pain and affront of your illness,
yet I fear that you frail and cold body will no longer comfort me.

It is Christmas day my friend, and we are alone,
alone with my rage and unanswered questions.
Can you feel my caresses as you gently drift away?
Can you hear my thanks and prayers for incurable compassion?
Can you feel me surrender to a life without you?
Will you ever truly know that I longed to have your courage?
Will I ever feel you near when I am lost and engulfed by fear?
Will we ever meet again without regrets and filled with dreams?

An evening breeze has quieted my sorrow,
I am lost while having found my way home.
Faceless and nameless is our pain and that of others
endless is our search for kinder tomorrows.


 
FOR THE LOVE OF MY CHILDREN
Lilian Pérez
 
 

I was struck by the warm embraces
and that everyone looked so nice
yet everyone seemed so sad and mournful
even those that avoided touching me.

I felt cold and yet peaceful,
Yolanda, my youngest one, touched me gently,
She asked for la bendición,
I struggled to hold her in my feeble arms
To give her cariño, to wipe away her tears.
I reached to feel the uneven curls on her head
and to find my image in her azabache eyes.

Yet as I rested in the elegant coffin,
no longer torn by the agony of exhaustion and pain,
no longer missing a body that could not hold me,
I wished to once again be imprisoned in this body.
I longed to tell Yolanda how el cuco likes to visit bad kids
I missed not lighting the candle to la virgen that watched over my kids
I wished to see my children in a casa with a yard and a rooster
to hear someone saying to them to eat all their food,
that el arroz and habichuelas was good for them
and to not stay out late and go with mami to church on Sundays.
 


 
 
MI SED NO APAGA
Martha "Lily" Thompson
 
 

Tibio, pero no caliente;
reposado, no apacible;
sobrio en cada componente;
ágil, pero no flexible...

Constante mas no perpetuo;
dedicado, no eficaz;
sano, pero nunca ingenuo;
estudioso, no sagaz...

Amor que no deja espacio,
que no se añeja en solera,
ni corre ni va despacio
y ni calma ni exaspera...

Amor que mi sed no apaga,
ni destruye cual salitre;
enfermedad que no es plaga,
que no acecha como un buitre...

Amor que, sin ser estéril,
tampoco incita revuelta;
no es ni efectivo ni errátil,
ni me amarra ni me suelta...
Me mantiene en mi envoltura
y en esta eterna dolencia,
con llave en la cerradura,
en abismo sin presencia...

Sigo añorando la intriga
que nunca mi faz afronta,
sin que jamás yo te diga
que a la aventura estoy pronta.
 

Contents


 
CONTRIBUTOR’S NOTES
 
 

Luis Alberto Ambroggio, Director of the Washington, D.C. chapter of the Iberian American Academy of Poetry, is an Argentine poet. His recent works include Poemas de amor y vida, Hombre del Aire, Poemas desterrados, Oda ensimismada and Los Habitantes del Poeta. He is currently working on his first novel.

Alberto Barrueco, historian and writer, has spent most of his professional life teaching in Spain and England. His works include a book of historic research on Félix de Azara, a CD-ROM encyclopedia and several short stories published in numerous Spanish journals.

Yhamel Catacora holds a B.A. in Comparative Literature from George Mason University.

Luis Correa Díaz, Chilean poet and writer, is a Ph.D. candidate at Catholic University of America. He has published a book of critique, Lengua Muerta: Poesía, Post-literatura y Erostismo en Enrique Lihn, and several books of poetry, including Bajo la pequeña música de su pie (1990), Ojo de buey (1993) and Rosario de actos de habla (1993).

Mayamérica Cortez is a Salvadorean poet whose published works include Lumbres de Soledad y Nostalgia and Soledades. Her Cantos de Silencio won the Juegos Florales Centroamericanos.

Heraldo Falconí, Editor in Chief of the Hispanic Culture Review, obtained his B.A. in Modern & Classical Languages from George Mason University. He currently holds a teaching fellowship and pursues graduates studies at the University of Virginia.

José Luis Gastañaga Ponce de León teaches Spanish language and literature at Pontificia Universidad Católica del Perú. His research interests include picaresque narrative, autobiography and contemporary Latin American narrative.

Carolyn Gómez-Foronda has published two books of poetry, Contrary Visions and Gathering Light. Her poems and educational articles have appeared in numerous magazines and newspapers, including Prairie Shooner, Bolivian Times, Educational Travel Review, Phoebe, Antioch Review and Hispanic Culture Review.

Alexis Gómez Rosa is a Dominican poet living in New York. He has published Oficio de post-muerte, Pluróscopo and Contra la pluma la espuma.

Consuelo Hernández, Professor of Spanish at American University, is a Colombian writer whose published works include Alvaro Mutis: Una estética del deterioro, Voces de soledad and numerous critical articles. In 1988 she was a finalist in the prestigious Concurso Letras de Oro.

Luis Larios Vendrell is a teacher and writer of Spanish origin. His creative and critical works have been published by numerous journals and magazines in Spain and America.

María Macher is a sociologist and journalist finishing an M.A. at George Mason University, where she teaches Spanish.

Kerensa McConnell, a native of Miami, received her M.A. in Modern & Classical Languages from George Mason, and her B.A. in Hispanic Area Studies from Goucher College. Her artwork has been featured in Preface Literary Magazine and the Virginia Highlands Festival Photography Show.

Bárbara Mujica, Professor of Spanish at Georgetown University, is a novelist, short story writer and critic. Her book-length fiction includes The Deaths of Don Bernardo (1990) and Sanchez Across the Street (1997). She writes extensively on Spanish Golden Age literature and her articles have appeared in many academic journals.

Esther Nuño de la Rosa holds a J.D. from American University and an M.A. in Spanish from George Mason University, where she currently teaches Spanish.

Lilian Pérez is a Puertorican poet and writer working toward her Ph.D. in Spanish at Catholic University of America.

Enrique Sozzi is an Argentine writer.

Martha Thompson is a poet living in Boston.

 

 
DATOS BIOGRÁFICOS DE LOS AUTORES
PUBLICADOS EN ESTA EDICIÓN
 

Luis Alberto Ambroggio, Director del capítulo de Washington, D.C. de la Academia Iberoamericana de Poesía, es un poeta argentino cuyas recientes publicaciones incluyen Poemas de amor y vida, Hombre del Aire, Poemas desterrados, Oda ensimismada y Los Habitantes del Poeta. Actualmente se halla escribiendo su primera novela.

Alberto Barrueco es un historiador y escritor que ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a la enseñanza en colegios de Inglaterra y España. Ha sido editor de una enciclopedia en CD-ROM y ha publicado un libro de investigación histórica sobre Félix de Azara y numerosos cuentos en revistas españolas.

Yhamel Catacora tiene una licenciatura en literatura comparada de George Mason University.

Luis Correa Díaz, poeta y escritor chileno, es candidato a doctor en Catholic University of America. Ha publicado un libro de crítica, Lengua Muerta: Poesía, Post-literatura y Erotismo en Enrique Lihn, así como los libros de poesía Bajo la pequeña música de su pie (1990), Ojo de buey (1993) y Rosario de actos de habla (1993).

Mayamérica Cortez es una poeta salvadoreña que ha publicado Lumbres de Soledad y Nostalgia y Soledades. Su poemario Cantos de Silencio ganó los Juegos Florales Centroamericanos.

Heraldo Falconí, Editor en Jefe de Hispanic Culture Review, tiene una licenciatura en lenguas clásicas y modernas de George Mason University. Actualmente tiene una beca de enseñanza en la Universidad de Virginia, donde realiza estudios de posgrado.

José Luis Gastañaga Ponce de León enseña literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sus temas recientes de investigación son la narrativa picaresca, la autobiografía y la literatura latinoamericana contemporánea.

Carolyn Gómez-Foronda ha publicado dos libros de poesía, Contrary Visions y Gathering Light. Sus poemas y artículos educativos han aparecido en diversas revistas y periódicos entre los que se cuentan Prairie Shooner, Bolivian Times, Educational Travel Review, Phoebe, Antioch Review y Hispanic Culture Review.

Alexis Gómez Rosa es un poeta dominicano radicado en Nueva York. Ha publicado Oficio de post-muerte, Pluróscopo y Contra la pluma la espuma.

Consuelo Hernández es una escritora colombiana que se desempeña como catedrática de lengua y literatura española en American University. Ha publicado los libros Alvaro Mutis: Una estética del deterioro, Voces de soledad y numerosos artículos de crítica. En 1988 fue finalista del Concurso Letras de Oro.

Luis Larios Vendrell es un profesor y escritor español. Sus trabajos de crítica y creación han sido publicados en diversas revistas de España y América.

María Macher es una socióloga y periodista que está terminando una maestría en George Mason University, lugar donde actualmente enseña español.

Kerensa McConnell, originaria de Miami, tiene una licenciatura en Hispanic Area Studies de Goucher College y una maestría en lenguas clásicas y modernas de George Mason University. Sus trabajos de arte han sido incluidos en Preface Literary Magazine en el Virginia Highlands Festival Photography Show.

Bárbara Mujica es una novelista, cuentista y crítico que se desempeña como catedrática de lengua y literatura española en Georgetown University. Tiene publicados los libros de ficción The Deaths of Don Bernardo (1990) y Sanchez Across the Street (1997). La Dra. Mujica escribe continuamente sobre temas del Siglo de Oro y sus artículos aparecen en diversas revistas académicas.

Esther Nuño de la Rosa tiene un J.D. de American University y una maestría en lengua y literatura española de George Mason University, donde enseña actualmente.

Lilian Pérez es una poeta puertorriqueña que se encuentra haciendo el doctorado de lengua y literatura española en Catholic University of America.

Enrique Sozzi es un escritor argentino.

Martha Thompson es una poeta radicada en Boston.
 

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